La equivocación

Raúl Moreno Wonchee / La nave va
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No cometió un crimen, sólo se equivocó. Pero no fue una equivocación irrelevante sino una que puede tener efectos muy negativos para nuestra nación que no es proyecto sino realidad histórica forjada por la lucha incesante del pueblo por la independencia, la soberanía y la emancipación social. Debo confesar que desde su primera línea, la carta de López Obrador a Trump me dejó atónito pues no sospechaba que fuera capaz de expresarse con una gentileza que roza la obsecuencia, lo que nada tiene que ver con las formas que le conocemos. “Deseo… agradecerle la buena disposición y el trato respetuoso…” ¿Por qué el virtual presidente de México tiene que confesarle al presidente Trump que desea agradecerle su buen trato, como si fuera una deferencia inmerecida? Y luego de expresarle sus buenas intenciones y su voluntad de avanzar en temas de interés bilateral, sin venir a cuento López Obrador le informa a Trump de las políticas que piensa poner en marcha, especialmente una de singular importancia estratégica comercial y militar (el transístmico) y otras cuyas repercusiones en Centroamérica las harían parte de la política gringa de contención migratoria. Socio asociado en sociedad, guardián de la retaguardia del imperio que no vacila en equipararse a Trump: “me anima el hecho de que ambos sabemos cumplir lo que decimos y hemos enfrentado la adversidad con éxito. Conseguimos poner a nuestros votantes  y ciudadanos al centro para desplazar al establishment o régimen  predominante”. Si López Obrador escribió la carta, ¡qué equivocación!  Si, como parece, la escribió un amanuense perverso que lo sorprendió, ¡que le saque la roja antes de que lo lleve al abismo!

 

El estallido

Raúl Moreno Wonchee / La nave va
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El remolino neoliberal entre los siglos concentró bienes, prodigó males y prendió las alarmas sobre la inminencia de un estallido social que no llegó. Volvió el tricolor. Peña sacó de su chistera las reformas cargadas de futuro que por lo pronto restauraron potestades del Estado, defraudaron expectativas privatizadoras,  afectaron monopolios, rompieron dogmas y abolieron fueros y privilegios fiscales de los grandes capitalistas. Mientras en Ayotzinapa la desestabilización irrumpía de la mano de la injerencia, los dueños del dinero encontraron la fórmula para propagar su ira entre la clase media: corrupción más impunidad, igual a hartazgo. Cargos que los medios difundieron con  profusa perversión sin pruebas ni afán de justicia sino de escándalo para despolitizar el descontento y convertirlo en rencor. El pasmo de instituciones y partidos dejó sin defensa a la sociedad. Cuando llegó la temporada de elecciones presidenciales, el lugar de las ideas y las propuestas fue usurpado por la estupidez disfrazada de hipocresía y viceversa. López no sólo les ganó la salida a sus inexpertos rivales sino fue el único que unificó su campo y aludió a necesidades populares. Y mientras Meade perdía el tiempo en asuntos irrelevantes e ignoraba el ideario del PRI, y Anaya arrastraba su estulticia, López ocupó los vacíos dejados a diestra y siniestra. La presión popular se elevó en la recta final y el 1 de julio ocurrió el postergado estallido, electoral por ahora. El cohetón subió hasta pasar el 53, volando la barda de la democracia sin adjetivos. Hay quienes suponen que viene la bajada pues ni las motivaciones del voto ni la precaria organización política, mucho menos un equipo lastrado por una promiscuidad extrema y conflictos de interés, podrán impedirlo. Tampoco la imprudente impaciencia. 

 

No manches

Raúl Moreno Wonchee / La nave va
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Los de la democracia sin adjetivos que impusieron las elecciones competidas como condición ineludible, encontraron en el beneficio de la duda el clavo ardiente del que se quedaron colgados después del 1 de julio. A los laicos más nos vale la certidumbre de la ley, de las instituciones en riesgo no por las amenazas de otros tiempos, sino porque ahora son objeto de un desdén generalizado, sobre todo de los vencedores cuyo triunfo devino legítimo de la democracia constitucional. Allá los derrotados si prescinden de la autocrítica, pero el triunfador está obligado a dimensionar su victoria para garantizar la continuidad de la vida institucional que le permita fortalecer la unidad nacional y hacer los cambios comprometidos. Mientras tanto, hay que cuidar el orden constitucional. De  nada sirve, por ejemplo, poner en circulación ocurrencias que sólo generan incertidumbre y confusión. Que los delegados de las dependencias del Ejecutivo federal en los estados serán sustituidos por un coordinador estatal, y sólo uno, daría lugar a una concentración extrema de poder burocrático negador del federalismo en una figura que recuerda a los jefes políticos del porfiriato. La visita de los enviados de Trump dio lugar a cortesías excesivas, no tuvo sustento constitucional y violentó la soberanía. Y al papa Francisco, líder religioso de muchos mexicanos y que en esa condición ha sido recibido con respeto, se le ha invitado a intervenir en asuntos políticos internos siendo jefe de un Estado extranjero históricamente hostil al Estado mexicano. La legitimidad del próximo presidente no provendrá del Papa ni de Trump sino del sufragio efectivo en el marco de las leyes e instituciones emanadas de la Constitución. ¡No la manches, López!

 

La marcha de los votos

Raúl Moreno Wonchee / La nave va
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AMLO corrió solo, nadie le hizo sombra. El PRI cambió su primogenitura por un plato de lentejas, inicuo de tan inocuo. Los principios revolucionarios y los valores sociales del gran movimiento político que le dio protagonismo en la vida mexicana y forjó el alma nacional, fueron desechados. Se intentó despojarlo de su ideología nacionalista y revolucionaria que lo identifica con la lucha permanente de la nación por defender su independencia y ejercer su soberanía. ¿A qué se debió semejante desventura? Es una larga historia en la que ha habido errores, asechanzas y adversas correlaciones de fuerzas. En el último tramo Peña logró el Pacto por México, un gran acuerdo nacional para alcanzar reformas estratégicas en la vía del desarrollo democrático nacional. La criminal provocación de Ayotzinapa generó un estado de opinión brutalmente adverso al gobierno y al partido. En la segunda mitad del sexenio una tajante división llevó al tricolor a estrepitosas derrotas y a que llegara una dirección inexperta que no pudo procesar una candidatura no priista que resultó no solo ajena sino hostil al PRI. La Revolución y la Constitución no figuraron en la retórica electoral de la que también desaparecieron las reivindicaciones sociales cuyo lugar fue usurpado por un individualismo disolvente. La laicidad fue violentada. En el equipo de campaña, un grupo de panistas resentidos promovió una guerra de lodo y extravió al candidato en querellas intrascendentes cuando no equivocadas. Luego de reconocer su derrota, el candidato agradeció al Presidente haberlo hecho partícipe de la gran transformación de México. ¿Por qué, entonces, no hizo de esa transformación un eje de su campaña? ¿Por qué no difundió sus logros y las perspectivas que abren al desarrollo del país las reformas estratégicas de Peña? Muchos militantes, simpatizantes y ciudadanos a quienes les hace sentido la democracia nacional priista y sus tradiciones revolucionarias, y que esperaban razones para la continuidad transformadora, no las encontraron en la campaña ni en las boletas. Y a pesar del primitivismo de López y de sus mañas, creyeron hallar en él lo que Meade les negó. El voto del PRI marchose con Morena.

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