El viacrucis de Afganistán

Alfredo Boada Mola / Prensa Latina
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Nueva Delhi. Afganistán está en peores condiciones económicas, sociales y sanitarias más de un mes después de terminar la desastrosa retirada militar de Estados Unidos, cuyas fuerzas armadas invadieron el país centroasiático en 2001 bajo el pretexto de luchar contra el terrorismo.

Todavía las grotescas vistas de la desorganizada y forzosa evacuación de tropas y personal civil del aeropuerto internacional de Kabul resaltan la derrota y el fracaso de la intervención de Washington, que costó al pueblo de Afganistán cientos de miles de preciadas vidas de civiles.

Estados Unidos destinó miles de guardias para asegurar la terminal aérea capitalina y fijó como fecha límite para completar la evacuación el 31 de agosto, pero antes de culminar su retirada dejó nuevamente su huella con un ataque con drones que mató a varios integrantes de una misma familia, incluidos seis niños.

El grupo armado Talibán declaró el fin de la guerra en Afganistán después que sus combatientes conquistaron Kabul y el presidente Ashraf Ghani huyó del país, mientras su ejército de 300 mil hombres, entrenado y equipado por Estados Unidos, se desmoronó ante el raudo avance de los fundamentalistas radicales islámicos por una treintena de ciudades.

La Casa Blanca despilfarró en el conflicto bélico 2.26 billones de dólares, según cálculos de la Universidad de Brown, y perdió casi 3 mil soldados, otros 30 mil resultaron heridos en los 20 años que duró la ocupación militar y ahora deja un incierto futuro para el pueblo afgano, que inquieta a la comunidad internacional.

Tras el repliegue definitivo de Estados Unidos, los muyahidines controlan una nación más empobrecida que hace dos décadas, con 11 millones de refugiados en el exterior y cinco millones de desplazados internos.

Asimismo, una buena parte de la población se encuentra sujeta al riesgo de padecer hambre, pese a poseer el país abundantes recursos naturales, entre ellos tierras raras, oro y litio.

Por otro lado, muchos afganos temen el regreso del estricto régimen talibán, cuyo primer gobierno entre 1996 y 2001 cometió numerosos abusos, sobre todo contra las mujeres, las niñas y las minorías étnicas.

Al borde de una crisis humanitaria

La Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados informó que Afganistán está al borde de una crisis humanitaria, pues cerca de 18 millones de personas necesitan ayuda urgente.

Entre tanto el peligro que corren 2 millones de niños ya desnutridos fue alertado por el director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, David Beasley.

El funcionario pidió una financiación urgente de 200 millones de dólares antes de fin de año para enfrentar la inseguridad alimentaria ya que se acercan los meses de invierno y hay 4 millones de personas en zonas intrincadas donde el frío y la nieve impedirían llegar a ellos.

La crítica situación de Afganistán está enmarcada además por la actual pandemia de la covid-19 y una intensa sequía que mermó la producción agrícola aumentando el peligro de padecer hambruna, además de la carencia de agua.

También la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió que el sistema sanitario afgano pende de un hilo a menos que se tomen medidas urgentes.

El país enfrenta escasez de medicamentos que son mayormente importados desde Pakistán, India, Bangladesh, Irán y Turquía, pero los pasos fronterizos fueron cerrados y aún no se reanudó su funcionamiento normal. Tampoco los comerciantes mayoristas pudieron completar las transacciones debido al limitado funcionamiento de los bancos.

Encrucijada económica

Afganistán está en una encrucijada económica porque Estados Unidos congeló en sus bancos alrededor de 9 mil 400 millones de dólares de los activos del banco central del país.

La posición del gobierno estadunidense empeoró la situación afgana y los precios de los alimentos y del combustible se duplicaron en un momento en que cientos de miles de personas se quedaron sin trabajo y las actividades financieras disminuyeron drásticamente.

Jugando a la par de Washington, el Banco Mundial bloqueó las cuentas de los proyectos que se desarrollan en el país. Previamente, el Fondo Monetario Internacional suspendió el acceso de Afganistán a sus recursos, incluidos 440 millones de dólares en nuevas reservas monetarias.

La suspensión de la ayuda financiera supone un duro golpe para una economía dependiente en gran medida del sostén exterior, que enfrenta el aumento del precio de los alimentos. Afganistán es el séptimo país más pobre del mundo y la ayuda externa es primordial por lo cual ahora sus perspectivas económicas son muy sombrías.

El secretario general del Consejo Noruego para los Refugiados, Jan Egeland, afirmó que el sistema bancario de Afganistán podría colapsar debido a la falta de efectivo.

Egeland llamó a la comunidad internacional a proporcionar ayuda urgente al pueblo de Afganistán, pues el invierno se acerca y hará aún más difícil la vida de los desplazados que viven en la calle.

Los reclamos se producen cuando los talibanes aún no fueron reconocidos y la congelación de miles de millones de dólares de Afganistán provocará una crisis económica y humanitaria en el país.

Situación social desgarradora

El director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, quien visitó hospitales en Kabul el 22 de septiembre, dijo a la agencia de noticias Ariana que fue desgarrador escuchar decir a las enfermeras con exceso de trabajo que no reciben sus pagos desde hace meses.

También muchos afganos no tienen acceso a los servicios de salud. Más de 2 mil 300 establecimientos del ramo, financiados a través de los programas de la OMS, corren el riesgo de cerrar o recortar sus prestaciones por la situación que vive la nación centroasiática.

Alrededor de 10 millones de niños precisan asistencia humanitaria para sobrevivir en Afganistán, apuntó la directora ejecutiva de Unicef, Henrietta Fore. Se estima además en 4.2 millones los infantes sin ir a una escuela.

Según la Unicef, las necesidades de los infantes y las mujeres afganas aumentarán en los próximos meses en medio de una grave sequía y la consiguiente escasez de agua, la pandemia de covid-19 y la llegada del invierno.

Y esto en un país con ingresos de menos de dos dólares al día para el 90 por ciento de su población, sin contar que tiene el primer lugar global en mortalidad infantil.

Millones de personas necesitan servicios esenciales como atención de salud, campañas de vacunación contra la poliomielitis y el sarampión, nutrición, protección, refugio, agua y saneamiento, agregó.

Igualmente el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) advirtió que el 97 por ciento de la población de Afganistán corre el riesgo de caer por debajo del umbral de la pobreza.

Por otro lado, tras tomar el control de Afganistán a mediados de agosto, los talibanes afirmaron que la seguridad “estaba garantizada” y que el país salió del “atolladero de la guerra”, pero una serie de atentados perpetrados últimamente demuestran lo contrario.

En las seis semanas transcurridas desde la llegada al poder de los muyahidines ocurrieron varios atentados acreditados por los terroristas del Estado Islámico en la provincia de Khorasán (ISIS-K), en las ciudades de Kabul, Jalalabad y Mazar-i-Sharif, entre ellas el ataque dinamitero en el aeropuerto internacional capitalino, que causó más de 180 personas muertas y cientos de heridos.

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