El intelectual de izquierda preferido de la derecha

Hernán Gómez Bruera / La Política on Line
Twitter@HernanGomezB    hernangomez.com.mx

Roger Bartra se erigió como una pluma de la izquierda mexicana de los 80 pero ahora, en un fenomenal giro, se ha vuelto un crítico feroz de la 4T.

Alguna vez Roger Bartra fue un pensador lúcido y original, cuya labor al frente de la revista El Machete, a principios de los años ochenta, dio un impulso renovador al viejo Partido Comunista Mexicano, entonces atrapado en dogmas soviéticos.

Hace tiempo, sin embargo, que esa voz se extinguió y dejó de ser capaz de pensar y entender la realidad. Por ello es que el libro Regreso a la jaula: El fracaso de López Obrador (Debate, 2021) es quizás uno de los peores que se han publicado sobre el actual gobierno.

Aclaro que no me parece un libro malo por su despiadada crítica al gobierno actual. He revisado otras obras críticas –desde la de Carlos Elizondo hasta la de Leonardo Curzio, pasando por la colección de textos de José Woldenberg y Ricardo Becerra– y en casi todos, a pesar de no coincidir, encuentro algo rescatable, una aportación, elementos para una discusión.

Sin embargo, el libro de este antropólogo, escritor y exmiembro del PCM, carece de cualquier cosa parecida. Es un texto lleno de juicios, sentencias y adjetivos, típicos de nuestra comentocracia ilustrada, pero ningún intento por comprender un fenómeno social y político complejo.

Porque se trata de un texto al que le sobran calificativos que reflejan un estado de ánimo y le falta cualquier cercanía a un razonamiento de fondo. Porque quien lo escribe cree haber entendido ya todo sobre Andrés Manuel López Obrador y su movimiento, y no hace más que repetir frases trilladas, huecas y preconcebidas; eso sí, con una impecable prosa.

Estamos entonces ante un ensayo cuyo autor –solo por ser quien ha sido– no hace más que recurrir a oraciones cargadas de bilis. Su trabajo, en ese sentido, es equiparable al de Francisco Martín Moreno, salvo que este último al menos se le agradece la honestidad de su alineamiento ideológico explícito.

Desde el primer capítulo, el autor de este libro se exhibe, al aparecer como un personaje de la propia historia, como si ésta realmente se tratara acerca de él. Al entretener esa idea, Bartra muestra desde el inicio su incapacidad para acometer el ejercicio intelectual que se propone.

Y es que para justificar el haber escrito ese libro el investigador comienza por narrar de forma pormenorizada las críticas que públicamente le ha hecho el presidente, colocándose como una víctima del “autoritarismo”, casi en el mismo tono en el que un Reinaldo Arenas escribió sobre el castrismo.

Es tan absurdo leer eso, y tan de risa loca su victimismo, que incluso el investigador –-que respira por la herida del intelectual que perdió influencia y relevancia– llega a sugerir que fue privado de su espacio como columnista en Reforma por sus “constantes y ácidas críticas” contra el presidente, cuando este se inauguraba en el gobierno.

¿Quién puede considerar sensato un ejercicio ensayístico que comienza de esa forma al tal punto autorreferencial? ¿Uno donde su autor de entrada evidencia que lo que lo motiva en realidad es algo parecido a un rencor y a una fobia personal?

A diferencia de otros textos de reciente publicación, en éste no se reconoce un solo avance en el actual gobierno. Distinto al diagnóstico que Bartra ha hecho sobre el gobierno de Peña –del cual rescató la reforma educativa o la energética– en su libro no menciona nada positivo a destacar sobre la actual administración.

Siempre me han llamado la atención esos personajes que se dicen de izquierda, pero se apasionan más en denostar a los partidos y gobiernos de su mismo signo, que a los surgidos de la derecha. ¿Cómo es posible que Bartra se presente como un hombre progresista pero haya dedicado mucha más tinta a hablar en contra de López Obrador que de Enrique Peña, Vicente Fox o Felipe Calderón?

Es claro que Roger Bartra no puede intentar siquiera un balance medianamente ecuánime sobre la llamada 4T porque a él, como a otros intelectuales, su pejefobia simplemente les nubla el juicio y la razón. No por otra razón estamos ante el intelectual de izquierda más adorado por la derecha.

Hace unos días, este personaje se mostró muy molesto cuando mis colegas en La Octava, Álvaro Delgado y Alejandro Páez Varela, le preguntaron si en las próximas elecciones votaría por los candidatos de la alianza PRI-PAN.

El cuestionamiento de Los Periodistas era pertinente si recordamos cómo en 2018 se refirió a Ricardo Anaya como “el candidato más inteligente” y lo ensalzó como representante de una “derecha moderna liberal”. Más aún si leemos cómo en el libro dice no poder comprender que los electores prefirieran el “tartamudeo retórico y mental” de López Obrador.

Aun así, Bartra decidió cancelar cualquier entrevista con La Octava. El supuesto demócrata que respeta la crítica prefiere conceder entrevistas solo a quien no lo incomode ni lo cuestione realmente.

Si algún día acepta una entrevista, me gustaría preguntarle a Bartra en qué difiere su visión sobre el presidente de la que sostienen perfiles como el de Enrique Krauze o Héctor Aguilar Camín, pues en realidad se encuentran pocas diferencias.

Su discurso es que AMLO representa el viejo PRI. El previo a Miguel de la Madrid: el de Luis Echeverría y José López Portillo, los villanos favoritos. Lo suyo no es la izquierda, argumenta, sino el “populismo reaccionario” o el “retropopulismo”, pues considera a nuestro presidente equiparable a Donald Trump, a Jair Bolsonaro o a Víktor Orbán.

Resulta lamentable que Bartra no pueda siquiera acertar en las razones por las cuales AMLO llegó al poder. A diferencia de otros críticos del presidente, que al menos hacen un esfuerzo por explicar con alguna seriedad por qué ganó, la explicación de este neointelectual orgánico de la derecha con apariencia de izquierda es de lo más vacua y frívola: los mexicanos votaron por AMLO porque se aburrieron de la democracia.

Me hubiera gustado preguntarle también si no cree que un gran número de mexicanos votaron por él porque la transición produjo una democracia incapaz de generar bienestar para las mayorías; porque tengamos una mayoría de pobres o un Estado capturado por oligarquías.

Para Bartra simplemente lo hicieron porque se fastidiaron de la democracia y de la transición, esa que hoy corre peligro por culpa de un “demagogo populista” que se ha dedicado a engañar a un pueblo imbécil e ignorante.

Llama la atención, también, que permanentemente Bartra tilde a este gobierno de conservador. Para él estamos ante una presidencia de derecha, por tres razones: su renuencia a aumentar impuestos, por aplicar una dura política de austeridad e impulsar la militarización.

Ciertamente, éstas no son las políticas de corte izquierdista, pero extraña la falta de referencia en su libro a la reforma laboral que abre el paso a la libertad sindical, los incrementos al salario mínimo, los programas sociales, la regularización del outsourcing que viola derechos laborales de forma conspicua, la política energética nacionalista o las políticas de mejoramiento urbano que ponen atención en las comunidades más marginadas, por mencionar solo algunas políticas de izquierda.

Extraña también que Bartra tampoco pueda reconocer avances que bien podrían ser parte de la agenda de un gobierno de derecha “moderna” –esa que le gusta– y que eran más que necesarias. Me refiero, por ejemplo, a las políticas orientadas a combatir la evasión y elusión fiscal que han permitido incrementar la recaudación, el fin de las transferencias a organizaciones clientelares priistas, como Antorcha Campesina; el golpe al sindicalismo charro o las investigaciones en contra de los corruptos del pasado.

Paradójicamente, allí donde hay políticas de izquierda Bartra ve “el más rancio nacionalismo revolucionario” o simplemente “populismo”, de la misma forma que la derecha. Y populista –para los Bartra, como para los Krauze–, son tanto la institución del ejido, como cualquier tipo de subsidio o subvención estatal. Lo mismo que podría decir un panista.

Si en algo vale la pena el tiempo dedicado a la lectura de Regreso a la jaula es para constatar, con curiosidad antropológica, a uno de los ejemplos más acabados de esa élite intelectual decadente, incapaz de explicar nuestra realidad, y que hace tiempo debieron dar un paso al costado para dejar sus glorias pasadas en un sitio más digno.

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https://www.lapoliticaonline.com.mx/nota/intelectual-preferido-derecha/

 

 

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