Sergio Pitol: Adicción a los grandes y ser un grande

Teresa Gil / Libros de ayer y hoy
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Si la humanidad ahora hermanada por causa del coronavirus leyera a los grandes escritores, otra humanidad tendríamos; y  no solo ahora, si lo hubiera hecho antes. Las más grandes teorías se reflejan en obras que concentran la sabiduría de la época, matizada por el genio de los que las compactaron. A muchos no les ha sido necesario sumergirse en volúmenes filosóficos o científicos, si se nutrieron de la sabiduría volcada por escritores que los leyeron antes. Dos casos son paradigmáticos, sin demérito de otros: la literatura inglesa y la rusa. No por algo, un personaje notable como Sergio Pitol Deméneghi, que tocó ambas culturas muy de cerca, escribió su obra Adicción a los ingleses, algunas de cuyas partes tal vez se forjaron en la URSS en su función  diplomática en Moscú. A través de esas lecturas es como escritores pasaron de ser diletantes o forjados por la autodidaxia, para convertirse en algunas ocasiones en genios: no todos los grandes genios fueron a las universidades. No fue escritor, sino muchas cosas, pero se sabe que Leonardo da Vinci, fue un  autodidacta. La obra tan leída de Pitol lo comprueba sobre todo en casos en los que la cultura libresca llegó a personajes femeninos que por designios de la época permanecían en sus casas. Parece ser el caso en México, de los primeros tiempos de Sor Juana.

El poblano Pitol en la estrella más alta de la literatura mexicana

Sergio Pitol estudió en la UNAM, para ser jurisconsulto. Nacido en Puebla en 1933 de hecho se le consideraba veracruzano porque desde los cuatro años vivió en Veracruz, donde murieron sus padres y quedó huérfano a edad temprana. En ese estado, en su capital Xalapa, murió en abril 2018. Sus inclinaciones por las letras lo llevaron por otro camino diferente al derecho. Es famosa la triada que creaban él, José Emilio Pacheco y  Carlos Monsiváis. Sus obras empezaron a surgir, a la par que traducía y se empeñaba en cuestiones diplomáticas que lo llevaron en ese oficio a Belgrado, París, Budapest, Varsovia, Praga y Moscú. Allá, por los ochenta del siglo pasado, recuerdo haber leído su excelente traducción de Pushkin, La caza; más recientemente Una vuelta de tuerca de Henry James. Políglota tradujo en inglés, checo, alemán y ruso. En 2005 recibió el Premio Cervantes. En el Servicio Exterior mexicano ocupó 16 años de su vida que se reflejaron en sus lecturas, escritos y traducciones y curiosamente en el énfasis de los ingleses, en cuyas sedes nunca estuvo como diplomático.

Diez novelistas en la obra de Pitol que irrumpieron en los siglos 18 y 19

No es el deslumbre de Shakespeare, el poeta central y gran ingenio de los ingleses.  Ni la brillantez de Oscar Wilde, los que aparecen en este libro editado por Lectorum en 2002, porque ambos predominaban como poetas y dramaturgos. Es en la pléyade de novelistas que nació en algunos casos a fines del siglo 17 y dejó su obra en los dos siglos siguientes en la que se ocupa. Algunos, como Dickens, fueron reconocidos a principios del siglo 20, pese a su fama en la era victoriana. Lo de Jane Austen, fallecida en 1808, fue una eclosión al descubrirla, más allá del medio siglo 20.  Lo extraordinario de la obra es la minuciosidad con la que el escritor aborda cada personaje real. Se pierde en la profundidad de sus escritos y los saca a relucir con  algunas precisiones pero siempre con el gran talento que tenían. Con inquietud se mete en la vida de dos talentosas señoritas, Emily Bronte y Jane Austen, para describir la vida que arrastró a ambas mujeres con 43 años de diferencia, a una soltería obligada por las circunstancias, pese a ser mujeres bien dotadas, cultas y miembros de familias relevantes. Cumbres borrascosas y Orgullo y prejuicio de cada una respectivamente, como sus obras centrales, son libros que han atravesado en largas generaciones, impresas  en el mundo del cine y otros géneros y objeto de análisis incluso para los misóginos. En este grupo con ellas, se inscribe la profunda y satírica Virginia Wolf. Pitol da una emotiva visión de Joseph Conrad por sus muchas obras y la central El corazón de las tinieblas que causó impacto en Francis Ford  Coppola como para hacer y rehacer  su famoso filme Apocalípsis now. Conrad y Dickens son los más abordados. Pero respecto a Henry James, al que incluye entre los ingleses por su larga vida en Inglaterra, después de haber emigrado de su país Estados Unidos, permite conocer la extraña vida y visión de un escritor que solo relumbró después de que hurgaron en sus muchos trabajos, uno de los cuales, Una vuelta de tuerca, es universal. Pitol se refiere a Los papeles de Aspern, que algunos lo relacionan como una de las influencias de Carlos Fuentes en su novela Aura. Él no hace esa alusión, ni le da a la obra un significado irreal, por el contrario recalca la postura utilitaria del editor que va a la casa de unas señoritas solteronas a robarse un documento sobre el poeta Aspern. El poblano menciona la vinculación que se da del poeta Aspern en la idea de Lord Byron aquel poeta inglés que tanto gustaba a las mujeres. Desfilan por ese libro también, los escritores Ronald Firbank,  Evelyn Waugh, Ivy Compton-Burnett y Flan O’ Brien: Esta obra de Pitol se desliza por el ensayo, pero están además, No hay tal lugar, El tañido de la flauta, Domar a la divina Garza, Vals de Mefisto, entre muchas otras.                                   

 

 

Neruda, Orwell y los resabios colonialistas de Myanmar

Teresa Gil / Libros de ayer y hoy
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Pablo Neruda y George Orwell vivieron en la antigua Birmania y ambos fueron marcados de alguna manera, por la forma de vida de esa nación oriental. Desde entonces, antes de llamarse Myanmar hace más de 90 años, Birmania podía ufanarse de tener a Yangon uno de los más importantes puertos del mundo, similar  incluso a los de su antigua colonizadora, Inglaterra. El golpe militar en Myanmar,  reúne muchas de las situaciones que padecen todos aquellos países que fueron colonizados. Aún en sus etapas modernas siguen siendo víctimas de las diferencias que dejaron invasores poderosos que impusieron idiomas, religiones, formas de ser, que no han sido superadas. Lo vemos en nuestro país, que en pleno Año de la Independencia, está sometido a transnacionales de Estados Unidos, España su antigua invasora y otras potencias, que se reflejan no solo en la economía, sino  en formas de vida, de  iniquidad y de costumbres. Myanmar está en el paso del poder entre India y China y otros que tienen corredor permanente por el pase natural que tiene su ruta. El acoso de los militares que ya habían controlado en 1962 y en 2011 se veía venir, como decían algunos. La detención de la Premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi que ejercía el poder de facto, reproduce escenas anteriores cuando fue detenida y permaneció en prisión domiciliaria 15 años. Su padre, llamado Padre de la Independencia fue asesinado en 1947. El golpe de Estado ha sido rechazado por muchos líderes mundiales, entre ellos el de México Andrés Manuel López Obrador. El caso de Joe Biden, presidente de Estados Unidos, que también rechazó el hecho, hace recordar que Obama que también fue Premio Nobel de la Paz al entrevistarse con su homóloga  birmana no le gustó su punto de vista y agarrado de sus posiciones lanzó la defenestración de la mujer. Las agencias de prensa lo han reflejado en forma constante desde entonces.

El Nobel chileno y aquel amor birmano, que marcó su vida

En plena juventud, a los 24 años, cuando ya sus 20 poemas de amor y una canción desesperada daban la vuelta al mundo, Pablo Neruda fue enviado en funciones diplomáticas menores al viejo Rangún birmano. Vivía en condiciones económicas muy precarias que se acentuaban en un país con un alto número de pobres. Con pocos recursos, conoció a una mujer birmana Jossie Bliss, con la que se fue a vivir y pudo paliar sus necesidades de techo y comida. Vivió un profundo romance con aquella mujer, en medio de los cuestionamientos raciales de un Neruda no concientizado en ese entonces, que criticaba mucho a las mujeres negras, de una población integrada por seres morenos a los que repelía. Lo curioso es que Neruda provenía de un  país mestizo, él mismo lo era, con una población indígena relevante como los mapuches y no se distinguía mucho entre los birmanos mestizos y si entre los blancos ojos azules que aún vivían ahí. La relación con Jossie, una mujer de piel oscura que lo atrapó en sus pasiones, signó para siempre la vida del poeta y es el reflejo de muchas de sus obras, por más que le cerró la puerta cuando la mujer, desesperada, fue a buscarlo a Ceylán donde ejercía su función diplomática. Un caso parecido al que hizo Diego Rivera con Angelina Beloff su antigua mujer en París, a la que fingió no reconocer cuando ella vino a México. George Orwell estuvo en Birmania de 1922 a 1927, pero a diferencia del acentuado ejercicio donjuanesco que tenía Neruda, se dedicó a tratar cuestiones diversas y escribió sobre la situación del poder birmano en su obra de 1934, Días en Birmania.

Jossie Bliss dio una  lección a Neruda y se introdujo en su poesía

La socióloga chilena-holandesa Edna Cleary escribió en 2015 un largo ensayo sobre el tiempo que Neruda estuvo en Birmania y los efectos que produjo Jossie Bliss en su poesía. Su trabajo, Jossie Bliss la amante birmana de Pablo Neruda 88 años después, fue publicado en Alemania y se encuentra en redes. Pese a que Neruda hizo hincapié en el menosprecio a la birmana y se refiere a ella en varias cartas enviadas a familiares, él mismo confesó años después que aquel amor lo había marcado. Incluso 30 años después, en 1957 fue a buscar a Bessie a Birmania  pero no la encontró. De acuerdo a la ensayista, Jossie fue una mujer que había asumido muchas cosas del invasor, su propio nombre en inglés y su propia forma de vestir, pero se aferró sin embargo a su país y dio una lección al Nobel que para entonces ya había cambiado, con un comportamiento digno a lo largo de su vida. La mujer aparece en muchas partes de las obras de Neruda y algunos analistas profundizan para reivindicar su presencia en ciertos poemas en los que solo se menciona el impacto de una mujer. En otros, el poeta la señala con su nombre. Lo hace en Confieso que he vivido, Residencia en la tierra y Memorial de la isla Negra (1964), ya en plena madurez. En ese libro escribe Jossie I y Jossie II. La socióloga, pese a las críticas racistas que hace del chileno le concede a su poesía la excelsitud, pero lamenta que en Myanmar, donde ella vive ahora, no se encuentre ningún libro de Neruda, lo que significa que sus críticas si calaron en la población, hoy afectada por un golpe de Estado.

 

 

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