Gatsby: El encanto de la ficción y
el oscuro rostro del crimen en México

Teresa Gil / Libros de ayer y hoy
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Para muchos de sus críticos, El gran Gatsby de Francis Scott Fitzgerald, está considerada la novela estadunidense más grande del siglo XX. Jay Gatsby el extraño personaje que asombra y fascina desde las páginas de esta novela de 1925, no tiene en cambio, ningún parecido ni en lo físico ni en el proceder con los grandes criminales o presuntos que se exhiben a diario en nuestro país, ligados al viejo  poder y al desastre que vive el pueblo mexicano. La puntilla para los regímenes pasados con la aparición en escena de personajes como Genaro García Luna exsecretario de Seguridad de Felipe Calderón y el general Salvador Cienfuegos Zepeda, exsecretario de la Defensa de Enrique Peña Neto, demuestran en los hechos ya descritos y publicados, que se queda corta la frase clásica de que la realidad supera la ficción. Fitzgerald envuelto también en un pasado triste y romántico, coloca a su personaje en un proceso de cambio que se anunciaba en su país en ese entonces, como ahora con la 4T en México, pero no puede dejar de sucumbir a la fascinación de un producto de la época, como lo fue Jay Gatsby. En ese sentido Mario Puzo, más para acá, en los años sesenta, presenta a sus personajes tales como eran en las décadas de los cuarenta y cincuenta, en El padrino (publicada en 1969), sin aureola romántica, si bien algunos se quedan en el sentir de muchos por los actores que los asumen y el genio de otro Francis, este de apellido Ford Coppola. Los criminales descritos en México, sobre todo en las novelas de sinaloenses, se apegan a un realismo que se aviene en todo caso al buen tino y humor de los escritores nativos.

Gatsby, un militar, exacerbó el genio de un fifí de los veinte: Fitzgerald

Francis Scott Fitzgerald nació en 1896 de una familia acomodada, que le impuso los valores de la época sobre el honor, que el escritor aplicó como cadete en la Primera Guerra Mundial. Jay Gatsby también lo era en la novela, igual que el narrador Nick. Uno de sus biógrafos  el académico de La Sorbona André LeVot, que dedicó veinte años a investigar a fondo la vida de este gran escritor, sostiene en su libro Scottfitzgerald (Argos Vergara, Barcelona, 1981) que las posturas del autor eran progresistas, pero que prefirió dar rienda suelta en algunos de sus libros, a la descripción de la época desde una perspectiva conservadora, convencional, aunque sin dejar de profundizar en el desempeño de una generación que auguraba un cambio y en el que se daban, como ahora frente al neoliberalismo, resistencias  de los tradicionales. Francis, un hombre apuesto, llenó toda una época en el desplante de los grandes salones, en los que coincidió entre otros con Ernest Hemingway, en la vida elegante de fifí intelectual, del brazo siempre de la que fue su gran amor y musa Zelda Sayre. Ella que llevaba imbíbito el germen de la locura, sucumbió en 1948, al morir calcinada en un psiquiátrico durante un incendio. Trágico también Francis, murió a los 44 años cuando se afanaba hundido en el alcoholismo, en terminar una novela. Todo el glamour que lo había acompañado se evaporó; llegó el olvido como suele suceder y de pronto, con el tiempo vino el resurgir. Está considerado uno de los grandes del siglo XX. Entre sus muchas obras se encuentran aparte de El gran Gatsby (Anagrama, 2011), A este lado del paraíso, Los hermosos y los  malditos, El amor del último Tycoom y El curioso caso de Benjamín Button.

Tres exmilitares, en torno de una novela del siglo XX, que deslumbra

Si se resume la novela El gran Gatsby, se trata de un hombre rico, misterioso, enfermo de una pasión. Sí,  porque James Gatsby, Jay, estuvo enamorado toda la vida de Daysy Fay y por culpa de ella es asesinado por un hombre celoso. Los pormenores giran en torno de la novelística de Fitzgerald, descripción de espacios fiesteros, exhibición de la época y de mujeres y hombres infieles víctimas de una sociedad  que por un lado  quiere cambios y por otro asquea y fija a las mujeres los  esquemas tradicionales de ser bonitas, elegantes, dependientes de un macho y sumisas. Tanto Fitzgerald en su momento como el narrador Nick y Gatsby, han pasado por la milicia y se menciona el Camp Taylor del Ejército de Lousville, en la Primera Guerra Mundial. Nick se reencuentra con Gatsby en la novela y reinicia amistad. Hay mucho de autobiografía en la obra. Y se cree que el escritor se inspiró en capos de la época, en el papel del poderoso Gatsby contrabandista y metido en otras ilegalidades. La obra  ha sido una de las más representadas y celebradas de la historia de la literatura, adaptada al teatro, a la ópera, al ballet, a la televisión, a los juegos digitales; abordada por muchos libros y críticos y desde luego en el despliegue del cine. En éste se hizo incluso una película muda en 1926 y luego vinieron las de 1949, 1974 la más famosa, del 2000, 2013 y 2014. Actores como William Powel, Alan Ladd, Robert Redford, Toby Stephens y Leonardo di Caprio, han hecho el papel de Gatsby. Yo me quedo con el de Robert Redford, triste y trágico.

 

 

El pueblo chileno lapidó la secuela golpista de Pinochet

Teresa Gil / Libros de ayer y hoy
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Poco después del golpe de Estado a Salvador Allende, la Unión de Periodistas Democráticos (UPD), instaló en el Bosque de Chapultepec la figura en cartón de un enorme gorila con el hocico abierto. Se colocó encima un letrero que decía: “¡Tápele el hocico a Pinochet!”. La indignación era masiva y ahí nos tienen a muchos tirando enfurecidos enormes proyectiles en el hocico de lo que representaba al dictador asesino. Eso es lo que hizo el pueblo chileno en un ejercicio democrático inédito, al votar para que los recuerdos jurídicos expresados en la Constitución del golpista, sean borrados e inicie una nueva etapa para ese gran país. Dos y van tres con el triunfo del plebiscito chileno para cambiar la Constitución, después del triunfo masivo de Luis Arce en Bolivia. AMLO encabezó estos cambios con una gran votación,  el 2018. La respuesta popular ha sido en los tres casos apabullante. Una respuesta adecuada a una derecha que asoma la oreja y se encamina al fascismo, como lo tenemos vislumbrado en el Zócalo con los de Frena y los que están surgiendo por el ahí; el último la semana anterior con Sí por México. Los ejemplos mencionados arriba, evidencian que la hora del cambio se está dando en América Latina

Salvador Allende en el corazón de todos

Los miles que fuimos a recibir a Salvador Allende aquel 30 de noviembre de 1972, vimos a un hombre que convocaba multitudes. Desde el aeropuerto internacional hasta el centro de la ciudad, la gente siguió los pasos del presidente chileno y la Universidad de Guadalajara se desbordó por la asistencia. Había sucedido lo mismo en la Embajada de Chile en el Distrito Federal. Fue el primer presidente socialista que ganaba una elección en América. El golpe contra él se estuvo organizando desde que triunfó. Yo escuché en Sonora varios meses antes, a gente del consulado de Estados Unidos, mencionar el hecho, sonriendo, como si fuera broma. Nadie lo tomaba en serio. Estaban metidos todos los poderes capitalistas y la idea se trasminaba a los que dependían de ellos. Yo recuerdo a una monja, la madre Carmen, en Roma, cuando contaba cómo había estado ahí y se ufanaba de lo que hizo Pinochet. El conservadurismo eclesiástico le dio su apoyo al golpismo organizado por Estados Unidos. La represión contra el pueblo, los muertos, los desaparecidos fue lo que siguió a aquella traición. La era pinochetista en una avalancha de elogios de la derecha sobre el cambio en la economía, pretendía justificar la muerte de un presidente electo democráticamente. Varios gobiernos siguieron a Pinochet, incluso alguien que se dice socialista como Michelle Bachelet ahora al servicio de la ONU, cuya extraña conducta en torno a Venezuela, genera dudas. La caída estrepitosa del dictador, los avatares que ha vivido el pueblo,  hasta llegar a las grandes movilizaciones de los últimos dos años, exhiben su persistencia: Borrar el pasado afrentoso y sucio, que tanto daño hizo en Chile.

Hoy, Violeta Parra cantaría “cuando miro al bueno tan lejos del malo”

Gran literatura la chilena, con  dos premios Nobel, Gabriela Mistral maestra y poeta y Pablo Neruda, poeta, escritor, diplomático y político. En su entorno giran otros grandes como José Donoso, Roberto Bolaño, Nicolás Parra, Isabel Allende, Baldomero Lillo,  Antonio Skármeta, entre muchos. Donoso fue parte del boom latinoamericano y alguna vez mencionado también para el Nobel. Bolaño vivió largo tiempo en México y murió joven en Barcelona. Isabel vive en Estados Unidos y se alejó de la que menciona como parte de su familia, los Allende. A mí me gusta Donoso, su Coronación que  llevó al cine Sergio Olhovich, la extraordinaria y breve El lugar sin límites también filmada aquí, dirigida por Arturo Ripstein y El obsceno pájaro de la noche, una de las novelas más complejas de la literatura latinoamericana. El largo recorrido de un narrador, el Mudito, Humberto Peñaloza, secretario de un poderoso, un cacique como los que aquí padecemos. El Mudito  penetra en todas las oscuridades de su entorno  en el que se diseccionan sectores, sobre todo.  En un mundo de monstruosidades, y desviaciones  que se toman como paradigmas, el autor se expresa en el narrador: nada es posible y termina con ese extraño concepto que tanto han mencionado en torno a Donoso ya que de hecho él lo recalcó como creación: el embuche; situación de cierre total del ser humano, de clausura, de obstáculo sin salida. Definición que por fortuna no han asumido los chilenos, que ahora salieron a la luz, esperanzados, en busca de un nuevo país.

 

 

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