Coronavirus: ¿Vacuna y ciencia es la solución?


Yolanda Cristina Massieu Trigo

Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

 

La inquietante noticia de la suspensión de las pruebas de Astra Zeneca y la Universidad de Oxford para la vacuna contra covid-19, levanta cuestionamientos sobre la solución a la pandemia. Nos encontramos ante la paradójica situación de que ha sido la propia modernidad occidental y su ciencia la que ha llevado a la aparición de la enfermedad global, y a la vez es esta misma ciencia, responsable de la separación sociedad-naturaleza, lo único que tenemos para hallar una vacuna que “solucione” el problema.

Es reduccionista pensar que basta con obtener una vacuna para salir de la pandemia, si no se atacan los problemas de fondo, tales como el deterioro ecológico y la ganadería industrial, que causan la aparición de enfermedades infecciosas globales cada vez más agresivas. Si seguimos reproduciendo el mismo modelo socioeconómico global, es factible la aparición de otras pandemias riesgosas.

La propia carrera por la vacuna nos habla de la reproducción de dicho sistema depredador, pues las potencias se disputan las millonarias ganancias que va a producir. La paradoja también nos muestra que, por una parte, sólo la ciencia es capaz de producir la vacuna, pero por otra el microorganismo causante del covid  ha evidenciado la vulnerabilidad de este tipo de conocimiento. La ciencia no es neutral, y en la carrera por la vacuna aparece la competencia despiadada entre las grandes corporaciones farmacéuticas, y también la correlación de fuerzas sociopolíticas ante el surgimiento de los nuevos liderazgos mundiales. En esta disputa no hay duda de que China lleva la delantera, el manejo de la pandemia originada en su territorio ha sido exitoso, y otros países lo imitaron, mientras que el gobierno de Donald Trump evidenció lentitud, negación e ineficiencia.

La propia naturaleza de la pandemia mostró la necesidad de un sistema de salud pública eficiente, desmantelado por décadas de políticas neoliberales en el mundo, mientras que la prevención no es negocio para las transnacionales farmacéuticas y las aseguradoras privadas, quienes dominan el servicio de salud en nuestro vecino del Norte. Pese a ello, lo lucrativo de la obtención de la vacuna ha llamado a varios de estos gigantes a invertir, como es el caso de Astra Zeneca y su proyecto con la Universidad de Oxford. Es una de las nueve en todo el mundo que han pasado a fase 3 de pruebas en humanos. Queda en el aire la pregunta de si privará más la urgencia y las ganancias o la salud de la población, hasta el momento, la suspensión de las pruebas, por un caso entre 30,000 voluntarios en el que se presentaron síntomas preocupantes, habla de que al menos en este proyecto se están tomando medidas de prevención adecuadas, y se están investigando las causas de la reacción adversa en este caso. De cualquier manera, las pruebas se reanudarán pronto,  y Astra Zeneca y la Universidad de Oxford han mencionado que aún se podría tener la vacuna lista a fines de 2020 o comienzos de 2021.

Nuestro país tiene cierta capacidad científica para producir vacunas pero, como la mayor parte de la ciencia mexicana, se carece de suficientes fondos y personal capacitado. Es por ello que, una vez más, nuestro papel es el de maquiladores, pues el conocimiento científico para la producción del inmunógeno se encuentra en Inglaterra (Universidad de Oxford) y México se va a limitar a ser productor y distribuidor en el mejor de los casos, junto con Argentina. El otro problema es el acceso, pues desde luego las potencias están tomando previsiones para asegurarse tener primero el mayor número de dosis, mientras que México, gracias a los oficios del canciller, está haciendo esfuerzos para que nuestro país sea considerado a la hora del abasto. Es muy importante que la premura no conduzca a la aplicación de una vacuna que no esté suficientemente probada. Como en otras ocasiones, quizás ahora con mayor urgencia, se evidencia nuestra dependencia científico-tecnológica.

Pin It