Teoría de una conspiración

Moisés Edwin Barreda / Silabario de política
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Los mexicanos llegamos al siglo XXI hundidos en la ignorancia, aunque 60 por ciento de compatriotas son analfabetas funcionales. Es innegable que esa condición, la peor del continente, obedece a que el grupo de cabecillas beneficiarios de la traición a Francisco I. Madero en 1913, la han impuesto y manipulan conscientes de que “la educación es el peor enemigo de las tiranías”.

La lectura atenta, aun entre líneas,  de escritos de próceres de los siglos XIX y XX deja ver la mano de Washington en las luchas populares contra España, contra la intromisión europea personificada por Maximiliano, y contra la dictadura de Porfirio Díaz, cuya derrota vislumbraban por la acción de los hermanos Flores Magón y Francisco I. Madero.

Recordemos que apoyaron a Madero porque promovía la revolución  burguesa mientras los Flores Magón instigaban a la revolución social, la reivindicación de los trabajadores. Contrariaban al capitalismo, al que el gobierno estadunidense estimuló mediante la instauración de dictaduras. Tendió la cortina verde, en alusión a la explotación del plátano en Centro y Suramérica por su transnacional United Fruit. Se anticipó décadas a la cortina de hierro.

El triunfo de Juárez sobre el imperio importado por traidores y apoyado por Napoleón Bonaparte, fue festejado y visto por los patriotas mexicanos y de otras naciones en 1867, como demostración definitiva de que “América es para los americanos” y, por ende, eficaz disuasivo de más tentaciones imperiales europeas. Se le hizo el juego a Washington con su Doctrina Monroe.

Si se revisaran documentos de la época de Robert Lansing en el Departamento de Estado, seguramente encontraríamos que México fue la primera y la mejor de esas dictaduras. La situación se prestaba  para instaurar un organismo civil que encauzara las ambiciones de cada cabecilla, con la promesa de turnarlos en el poder. Se trataba de la dictadura de partido, no de hombres.

La embajada estadunidense le propuso el proyecto a Plutarco Elías Calles y surgió el Partido Nacional Revolucionario, que llega a nuestro días como Partido Revolucionario Institucional PRI, controlado por  la oligarquía constituida por la descendencia consanguínea y política de los cabecillas de marras y el primer círculo de sus sirvientes.

De 1929 a la fecha, México es república representativa pero con gobiernos sin principios republicanos, pues el PRI retiene el poder  contra la voluntad popular mediante la corrupción institucional y de buena parte del  cuerpo social y en vez de imponer la igualdad ha sembrado la ignorancia y la pobreza para manipularlas políticamente.

Es dictadura de partido también porque a quienes lleva a la Presidencia de la República disponen de poder omnímodo denominado presidencialismo, y la división de poderes es de tinta. La Constitución ha sufrido más de 400 reformas, generalmente para favorecer intereses de grupo, de partido o de  transnacionales, sin obstáculo de la Suprema Corte de Justicia.

La voluntad del pueblo sólo fue respetada en el año 2000, cuando impulsado por el rencor incubado durante 71 años a causa del persistente abuso priista desde el poder, el pueblo entregó la Presidencia de la República al Partido de Acción Nacional.

Pocos pensaron en la posibilidad de que esa “transición democrática” fuera producto de una conspiración contra México a cargo de la fusión de partidos que parió al PRIAN y legitimó al usurpador Carlos Salinas de Gortari. El rencor  resurgió y aumenta.

II

De las dictaduras en el país a partir de 1827, las dos autorizadas por el Congreso a Benito Juárez en la década de los 60 del siglo XIX han sido las únicas positivas, en interés de la nación. La primera fue para restablecer la Constitución de 1857 y luchar contra el clero; la segunda, para combatir hasta vencer o morir, al imperio importado por los conservadores traidores y sostenido por el mejor Ejército del mundo en su tiempo.

La peor es la dictadura actual impuesta por Washington asociado luego con el capital financiero internacional, mediante el gobierno del PRI, semejante a una monarquía, como lo evidencian las políticas de sus virreinatos sexenales y las más de 500 reformas a la Constitución de 1917, que ¡sólo tiene 136 artículos!

El escenario sociopolítico en la década de los 90, subrayado por el rencor popular contra el PRI por sus excesos y sus malas políticas, facilitaba augurar la derrota electoral priista en 2000. Tirios y troyanos se sorprendieron porque el PRI no hizo el muy temido fraude electoral y dejó al PAN ejercer la Presidencia de la República por voluntad popular.

Quizá se acierta al pensar en que esa “resignación” priista fue conspiración urdida por Carlos Salinas de Gortari en la década de los 80, mediante alianza de largo aliento, pues llega a la actualidad. Desde su cargo de secretario de Programación y Presupuesto en el régimen anterior, Salinas maniobraba para apoderarse de las entrañas de la oligarquía.

Manú Dornbierer también sospechó que la actitud priista favorable al PAN se debió a “…inmensa y maravillosa conspiración. Hubiera jurado que todo había sido en forma genial preparado de antemano, como siempre…” (Sexenio terminal. p. 55).

De los sucesos de ese año a la fecha se desprende que la cúpula panista que enseguida provocó el cisma del partido, y algunos obispos de los más retardatarios fueron actores clave en esa conspiración, inocentes del múltiple juego de su artífice Carlos Salinas de Gortari, ambicioso de poder. Se alió con ellos por su certeza de su derrota en las urnas a causa del creciente malestar popular por los abusos de los corruptos gobiernos priistas.

Convencido de que todo mundo apostaba al triunfo de la izquierda personificada en Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Salinas ofreció a los panistas esa alianza, verdadera conspiración contra los mexicanos, por su certeza de que sólo así podría imponérsele a Cárdenas, que le  llevaba enorme ventaja.

Parió al PRIAN, con el que el de Agualeguas, autor de la traición a la patria que es el Tratado de Libre Comercio de América del Norte –TLCAN–, nos coló el petate de transición democrática.

Para conseguirla, ofreció a los derechistas cumplirles el sueño político tan largamente acariciado: conquistar la Presidencia de la República, a cambio de que legitimara su fraudulento gobierno, y otros objetivos.

A nadie satisfizo el “triunfo” de Salinas el 6 de julio de 1988, mucho menos con el peregrino argumento de Manuel Bartlett Díaz de que el recuento de votos se dificultó porque “se cayó el sistema”. Todo mundo estaba convencido de que el vencedor real fue Cuauhtémoc Cárdenas.

Sus aliados panistas Luis Héctor Álvarez y Carlos Castillo Peraza principalmente, legitimaron su régimen y mediante su peón Diego Fernández de Cevallos, ordenó quemar las boletas electorales, único recurso para comprobar el fraude, en el Congreso.

Comenzó a cumplir su palabra con el reconocimiento de que Ernesto Ruffo Appel ganó realmente la gubernatura de Baja California, y en 2000 ordenando a Ernesto Zedillo aceptar la derrota del PRI a manos del PAN.

Esta abstención del fraude tenía objetivos no confesados a sus socios: evitar el estallido de la olla de presión que ya era el repudio generalizado a la nunca antes identificada dictacracia tricolor, y encargar a los blanquiazules imponer las reformas energética y laboral. Así el PRI eludía pagar el costo político implícito.

Se evitó el estallido; pero las reformas estructurales no se lograron, por la frivolidad de Vicente Fox. Insistente en sus objetivo fundamental, la reforma energética; se aceptó el engolosinamiento del PAN con el poder y se apoyó el fraude para dar por vencedor electoral a Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, al que el pueblo, siempre inteligente y creativo, bautizó con el acrónimo Fecal, que resultó trágico augurio.

El PRI fracasó nuevamente, pues Fecal sólo la consiguió a medias; pero allanó el camino para que el siguiente gobierno priista cooptara a los dirigentes partidistas “opositores” y a los “legisladores” y la impusiera a despecho de la nación.

Calderón les hizo completo el favor de enviar al Congreso, con el membrete “preferente”, la iniciativa de reformas a la Ley Federal del Trabajo, verdadero despojo a la clase obrera y la más vil forma de cancelarle el futuro, increíble en este siglo XXI. Nos hicieron retroceder a épocas anteriores a la Revolución industrial.

Estrujan el vientre las risotadas que provocan al pueblo las infames declaraciones de que el huésped de Los Pinos gobierna conforme a los ideales de Morelos. Lamentable refrendo de ignorancia de que el Siervo de la Nación abolió la esclavitud y recomendaba gobiernos que mitigaran la pobreza y la opulencia.

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