El IFE/INE y el desmantelamiento del Estado mexicano

Patricia Barba Ávila
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Con una desfachatez que nos deja perplejos, el flamante consejero presidente del INE Lorenzo Córdova Vianello manifestó su satisfacción porque este instituto había garantizado elecciones “limpias y transparentes” para la “democracia mexicana”.  Lo cierto es que los millones de votantes que aquél histórico 1 de julio de 2018 sufragamos por el proyecto de nación enarbolado por el hoy presidente y el partido fundado por él, Morena, sabemos que el triunfo fue posible no gracias al IFE/INE sino a pesar de este armatoste ideado exprofeso para garantizar la llegada al poder político de todos aquellos amaestrados en Harvard y Yale para dar cumplimiento al plan cocinado por el Consenso de Washington (Fondo Más Infame –FMI–, Banco Mundial y Reserva Federal): el desmantelamiento del Estado mexicano y toda su infraestructura comercial e industrial para beneficio de las codiciosas e inescrupulosas plutocracias nacionales e internacionales.

Lo cierto es que si nos remitimos al texto constitucional de 1917, específicamente al artículo 39: “La soberanía reside originalmente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tendrá en todo momento el inalienable derecho de cambiar la forma de su gobierno”, este postulado jamás se ha cristalizado en una realidad principalmente porque nuestra truncada revolución lejos de garantizar democracia y justicia social parió, para desgracia nuestra, una agrupación política (PNR primero, PRM después, y hoy PRI) que con el tiempo se convertiría en un auténtico cáncer que destrozaría la vida de millones de mexicanos y, junto con el Partido Acción Nacional y el Partido de la Revolución Democrática fundamentalmente, destruiría nuestro país. Aquí es absolutamente obligado excluir el sexenio del extraordinario estadista y presidente de México general Lázaro Cárdenas del Río.

 

En cuanto al artículo 41: El pueblo ejerce su soberanía por medio de los Poderes de la Unión, en los casos de la competencia de éstos, y por los de los Estados, en lo que toca a sus regímenes interiores…”,  podría decirse que en diversos momentos se le fueron agregando párrafos que servirían de marco legal para la creación del IFE en octubre de 1990, apenas dos años después del megatónico fraude que llevó a Carlos Salinas de Gortari a la Presidencia en 1988. Y esto no es casual ya que Salinas, en cumplimiento de lo aconsejado por Richard Lansing: “México es un país extraordinario, fácil de dominar porque basta con controlar un sólo hombre: el presidente… debemos abrir a los jóvenes mexicanos ambiciosos las puertas de nuestras universidades y hacer el esfuerzo de educarlos en el modo de vida americano, en nuestros valores y el respeto al liderazgo de Estados Unidos”,  indiscutiblemente, Salinas era uno de esos júniores enviados a Harvard con el fin de ser amaestrado para servir a los intereses de la plutocracia estadunidense y sus aliados. De manera que el papel que ha jugado el IFE/INE a lo largo de 30 años ha sido toral para el desmantelamiento del Estado mexicano.

 

Durante más de 70 años nuestro país fue gobernado por un solo partido político, el PRI hasta que los poderes fácticos se dieron cuenta del creciente desgaste del régimen priista e idearon la “alternancia gatopardiana” (cambios cosméticos con la inclusión de varios partidos y, además, con la estratégica alianza del PRI con su otrora enemigo: el PAN, fundado en 1939 precisamente para oponerse a las políticas sociales del presidente Cárdenas). Para ello era necesario crear una instancia de las características del IFE: simulación, corrupción extrema y un innegable compromiso con sus verdaderos patrones: la plutocracia nacional y transnacional. No obstante, ni Salinas ni sus compinches en el Consenso de Washington imaginaron que llegaría un día en que el hartazgo de la ciudadanía llegaría a grados tan extremos que ni siquiera con las mismas corruptelas (urnas embarazadas, carrusel, sustitución de integrantes de las mesas electorales, amenazas, dádivas, despensas –frijol con gorgojo, alteración del sistema de cómputo, encuestas amañadas, y, por supuesto el aniquilamiento del contrincante principal, AMLO, tal como lo intentaron hacer en 2005 con el desafuero y, posteriormente con una brutal guerra sucia diseñada por asesores extranjeros, con la complacencia del IFE) les sería posible volver a secuestrar la voluntad de millones de votantes para cambiar drásticamente de modelo económico y recuperar así nuestro país y nuestro futuro.

 

Pero no es sólo el IFE/INE el que requiere una modificación sustancial, radical para efectivamente cumplir con su obligación de garantizar el respeto por el sufragio popular, sino todo el andamiaje legal que hasta la fecha sigue sustentando un sistema de partidos (“partidocracia”) oneroso, corrupto hasta la médula e incapaz de cumplir con los objetivos para los que se constituye un partido político: fomentar la participación activa de los ciudadanos en la res pública: los asuntos que a todos concierne y que determinan nuestra calidad de vida, ni más ni menos. Y es que en el diseño de los fundamentos legales para destinar cuantiosas sumas del dinero que todos aportamos a la hacienda pública, se fundamenta en un factor incuestionable: el poder altamente corruptor del dinero. Mientras se siga vendiendo a los candidatos a servidores públicos como productos chatarra empleando los medios de comunicación, seguirán llegando a los puestos de elección popular gente sin convicción genuina de servir y con mucha codicia e intereses mezquinos. Es decir, es imprescindible que los ciudadanos nos garanticemos una institución y un andamiaje político electoral que efectivamente permitan que el gobierno, como administrador de los recursos de todos, esté integrado por personas no sólo preparadas técnicamente sino comprometidas con el bien común. Mientras esto no ocurra no habrá partido político, por muy alentadores que sean sus inicios y por muy honesto que sea su líder, que quede exento de la rebatinga por poder y canonjías que tristemente hemos atestiguado en el PRD y que lo llevó a la virtual desaparición y ahora con Morena. Porque es indiscutible, en mi opinión, que si el presidente López Obrador decidiera separarse del partido que él fundó, sería su fin.

 

Hagamos votos porque tanto la militancia como los que simpatizamos con la izquierda, empujemos a la dirigencia para que este partido-movimiento recupere la dignidad y fuerza con la que inició y se convierta en un pilar sustantivo en la cristalización de la 4T. La alternativa, es decir, el retorno de la corrompida pandilla derivada del PRIAN-RDMC y anexas es, por decir lo menos, terrorífica.

 

“Cuando un hombre se entrega por entero a la mentira, pierde la imaginación, el talento y la dignidad, y ese es el problema de Calderón”. (Andrés Manuel López Obrador).

 

 

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