Reflexiones sobre inversión, crecimiento y desarrollo

Fausto Cantú Peña / Desde mi café
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Desde los inicios del pensamiento económico la interrogante fundamental es el origen de la riqueza, sus fuentes y reproducción, que dieron lugar a conformar el corpus de la ciencia económica (Smith, Quesnay, Say hasta Keynes, Friedman, etcétera).

En estos tiempos de incierta posmodernidad considero que los veneros de la riqueza se encuentran en el conocimiento y la fuerza de trabajo (humana, animal, mecánica, etcétera) aprovechable como energía, aplicados sobre la naturaleza (recursos naturales), más el capital acumulado en ahorro e inversión.

Cualquier persona con mediana cultura económica, reconoce que para que haya crecimiento es necesaria la inversión; sin embargo, no todos aciertan en distinguir el impacto de la inversión productiva (física) y la especulativa (rentista), como tampoco saben que es el ahorro interno precondición fundamental para la formación de capital nacional y que cuando éste es insuficiente, se hace necesario acudir al capital externo, sea en inversión directa o en cartera, tomando en cuenta que respecto a esta última, se atrae pagando altos intereses (como es el caso de nuestro país).

El ahorro es la resultante del ingreso menos el consumo, el cual se invierte de diversas maneras para formar capital con distintos destinos, desde una pequeña parcela, un bien duradero, hasta Cetes o una empresa, también se atesora bajo el colchón o detrás de la pared en oro y plata, según cálculos de riesgo y rendimiento. Si algo es cobarde lo es el capital especulativo, el cual exige tranquilidad y certidumbre, sobre todo cuando se maneja con elevadas cifras, condición que obliga a mantener tranquilos y con altos rendimientos a los mercados calificados y manejados por los grandes intereses corporativos.

¿Qué hacer y cómo reactivar la economía y el empleo tanto en medidas de emergencia como en plazos mayores?

De todos es sabido que es necesaria la inversión pública, privada y social ¿en qué rubros y con cuáles proyectos prioritarios? Los proyectos prioritarios deben evaluarse con rigor metodológico, esto es: factibilidad técnica (balance de energía y materiales), económica, comercial, financiera, medioambiental, aplicando el cálculo de jerarquías vectoriales y/o programación lineal entre otros métodos en lo que se refiere a lo objetivamente mesurable. Por cuanto a las condiciones subjetivas, como la certidumbre y la confianza, hacen falta señales claras por parte de los liderazgos y un ambiente de paz creativa y creadora.

Es de todos sabido que el crecimiento económico es condición necesaria para el desarrollo integral y sustentable; y también, que la inversión es la condición fundamental para el crecimiento.

Abordar lo anterior exige una base conceptual sólida y metodológicamente bien enfocada partiendo de lo que se considera “riqueza” y su contraste “pobreza”, lo cual nos lleva a la abundancia y la escasez, la distribución de los recursos debidamente cuantificados y evaluados, materia de la ciencia económica.

Punto de partida para la planeación:

* ¿Existe a la fecha un inventario de la riqueza de la nación?

* ¿Tal riqueza o patrimonio nacional nos pertenece?

* ¿Es puramente material?

* ¿Cómo evaluar, clasificar y cuantificar el conocimiento?

La teoría del valor económico, el sistema de fijación de precio, la naturaleza, organización y funcionamiento de los mercados, etcétera, sería el marco de referencia para abordar el tema, lo cual requiere de por lo menos dos escuelas de economía con diferente enfoque, de modo que nuestra SMGE “arbitre” asunto tan delicado.

 

 

Justo medio pendular y econodemia pre y post covid-19

Fausto Cantú Peña / Desde mi café
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La “econodemia”, pre y post coronavirus, nos obligará a la reactivación productiva bajo un nuevo paradigma de óptimo empleo de recursos y redistribución del ingreso y la riqueza, en razón de la evidencia de los resultados del capitalismo despiadado. Requerimos de un acuerdo entre los utopistas diletantes y los nihilistas modernos.

Sobre la mesa de la deliberación y el debate público están el crecimiento, el desarrollo, la riqueza y la pobreza económica y social. La reflexión nos conduce a pensar en el significado del crecimiento y su relación con el desarrollo, el cual debe traducirse en indicadores objetivos de bienestar individual y colectivo. Se trata de resolver la paradoja de que, habiendo grandes necesidades insatisfechas, éstas no se traducen en demanda efectiva, es decir, poder de compra de la población; y por otro lado, importantes recursos productivos se desaprovechan al no convertirse en oferta de bienes y servicios.

Tal debate puramente ideológico puede resultar estéril si no formulamos dialécticamente un concepto entendible acerca del “justo medio”.

La dinámica económica y sus ciclos, se comportan tal cual el movimiento del péndulo; pues, su expresión física real debe tener como objetivo el bienestar humano tangible, mensurable, tanto objetivamente como subjetivamente. No hablemos más de la economía como ciencia de la escasez, sino también como de la abundancia y el no desperdicio; esto es, pensar en el uso racional del capital social acumulado en el desenvolvimiento histórico de la humanidad. 

Las antiguas, simples y todavía vigentes ecuaciones: activos = pasivos + capital social, y su hermana gemela: ingresos - costos = rentabilidad, son básicas para el rediseño de una política económica expansiva, lo cual se dará si y sólo sí hay equidad distributiva sin descuido de que la evaluación moderna de proyectos exige un cálculo multifactorial en torno al costo-riesgo-beneficio-oportunidad.

Largo es el camino de la penuria a la prosperidad compartida y empieza con un paso bien dado: crear riqueza o redistribuirla de forma justa desde sus inicios; lo cual solamente puede ocurrir a través del genuino cooperativismo, mutualidad, economía solidaria, mixta, etcétera.

El Estado rector del desarrollo, en equilibrio dinámico con los mercados (auténticamente democráticos), puede hacer eficiente el nuevo paradigma con una acotación: el Estado en manos de gente capaz, eficiente y proba, en interacción con un mercado manejado por emprendedores y empresarios audaces, dispuestos al riesgo, nada rentistas y menos codiciosos; también consumidores responsables, constituirían “el justo medio pendular”.

* El que suscribe el texto es miembro activo de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística y presidente de su Academia de Planeación para el Desarrollo Nacional.

 

 

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