Algunas tesis políticas de Arnoldo Martínez Verdugo

Gerardo de la Fuente Lora / Memoria
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I

El de Arnoldo Martínez Verdugo fue un intelecto en acto, en desenvolvimiento; su pensar no puede describirse en participio sino en gerundio; no era, pues, un pensamiento, sino un pensando, virtiéndose, maquinando, desembocando,  dirigiendo.  La dificultad cuando se trata de recuperar sus conceptos centrales, las tesis nodales que articuló radica en que, si se quiere en verdad traer a presencia su filosofía y teoría política, es menester recuperar precisamente esa cualidad actuante, cortante, sucediente. Jacques Derrida ha reflexionado sobre el hecho de que  existen  diferentes  estilos  de  pensamiento,  o  más  específicamente, tonos  disímbolos  que  definen  a  cada  escritor,  así,  los hay blandos y duros, energéticos, ligeros, rápidos, lentos, lisos  o erizados.  En esta línea, así como Nietzsche  filosofaba  con el martillo, y Eugenio Trías razonaba como el rezonar de un arpa, Martínez Verdugo pensaba como con machete, aclarando sendero en la maleza. Cortador, sí, pero a la vez, como pudieron constatarlo los que lo conocieron, paradójicamente sereno. Quizá la imagen con él sea la de un agua tranquila que en su empujar va abriendo cañadas.

Reconocido y respetado  como gran líder durante los últimos veinte años de  vida del Partido Comunista, su autoridad  estaba  compuesta,  como  ocurre  siempre  con el carisma,  por infinidad de elementos, pero sin duda uno de ellos  fue, también, su lucidez, su claridad intelectual, su capacidad para ver más adelante que los demás, o incluso, cuando parecía no haber futuro, crearlo. Arnoldo daba línea,  dirigía,  orientaba. Inserto en su actividad militante, pensaba por lo regular en el marco de reuniones, mítines, comisiones, plenos; si se aislaba en algún momento  era sólo para redactar los informes que tenía que presentar a las reuniones del Comité Central o a los congresos; escribía, y mucho (las represiones siempre lo encontraban frente a la máquina de escribir), pero su discurso era el del partido, su voz la del PCM, era la palabra de él, sí, pero también, y sobre todo, la de los camaradas. Como pensamiento en el acto de la revolución, produjo centenares de páginas pero no elaboró una obra teórica o filosófica personal, ningún tratado político ni ningunas reglas para la conducción del espíritu. Salvo algunos prólogos y artículos en El Universal u otros periódicos, su obra consistió en los informes y resoluciones del CC, e incluso su libro más conocido –PCM. Trayectoria y perspectivas– es el texto de un documento que presentó a un pleno del Comité Central en 1970. En cierto sentido el pensamiento de Arnoldo era el Partido  Comunista  mismo,  con  todas  sus  riquezas y contradicciones. Era un discurso  serio,  profundo,  novedoso, real. Y hoy que lo recordamos parece llegado el momento de comenzar a extraer y recuperar los ejes conceptuales de esa producción intelectual, hasta ahora entreverada con la práctica política del momento, para poder aislarla, sintetizarla, y así, ahora que ya no está el partido, poder transmitirla a las nacientes generaciones de comunistas.

¿Cuáles eran algunas de las tesis que conformaban ese pensamiento?

II

Tesis 1: El  pensamiento de  transformación se  produce en la forma de Tesis.

Si algo llama la atención cuando se revisan  las  obras  de  Arnoldo (informes, resoluciones, artículos, prólogos) es que con frecuencia las elaboraciones cruciales, las consideradas por su propio autor como definitorias, centrales, se presentan como enunciados cortos, precisos, completos en sí mismos, pero además,  cortantes,  claros. No    si  Martínez  Verdugo  tomó  el  formato  Tesis  de  las  de  Marx  sobre  Feuerbach,  pero  el  hecho es que desde que él, y la generación que  lo acompañó, tomaron la dirección del PCM a partir de 1960, los debates y las producciones centrales de la organización adoptaron esa forma. Incluso el producto intelectual más potente de esa organización, las treinta y dos resoluciones aprobadas por el XIX Congreso, que versaron sobre infinidad de temas (cristianos y marxistas, sexualidad, y muchas otras cuestiones no restringidas a los asuntos clásicos de la vanguardia de la clase obrera), fueron elaboradas colectivamente, pensadas y aprobadas precisamente como eso, como Tesis.

¿Qué es entonces una Tesis? Es un módulo de pensamiento completo que construye un objeto bien delineado y que puede debatirse,  se  puede  estar  a  favor  o  en  contra  de  él.  Hace  las  veces de una cesura, un corte, una línea de demarcación que determina un antes y un después en la marcha del pensar/actuar. Sobre todo eso: una tesis es una guía para la acción y no meramente una pieza argumental o retórica. Las Tesis son palabras. Dice Arnoldo en su importante artículo El movimiento estudiantil-popular y la táctica de los comunistas, publicado en enero de 1969:

(...) hace mucho que los comunistas hemos aprendido lo que no comprende el revolucionario vulgar: que las palabras también son actos, que implican compromisos y definen actitudes. Las palabras deben ser, además, refrendadas con hechos y confrontadas con ellos (1)

No sé si Arnoldo leyó a Louis Althusser, pero este filósofo francés afirmaba que la nueva forma de la filosofía nacida, o por nacer, a partir del pensamiento de Marx, sería un dispositivo generador de Tesis, es decir, enunciados que más que discutirse en términos de verdad o falsedad, deberían evaluarse  por  su  adecuación o no a la coyuntura en que aparecen y actúan. Las Tesis no son en sentido estricto verdaderas o falsas, sino ajustadas o no a la situación.

Arnoldo producía Tesis, y casi siempre justas.

Tesis 2. El comunismo es una corriente histórica real.

Para  Arnoldo  el  comunismo  constituye  un  componente  real  de  la  historia,  una fuerza  que  se  desenvuelve en  ella,  no  estrictamente una doctrina y mucho  menos una organización determinada.

Comentando las reformas al código electoral que permitieron la participación de los comunistas en las elecciones, en 1979, señaló Martínez Verdugo:

(…) este hecho significa, y lo digo muy resumidamente, que mientras durante un tercio de siglo se persiguió a los comunistas y se intentó mantenerlos en la marginación y en la  ilegalidad, hoy se reconoce que nosotros somos una fuerza política con arraigo en nuestro pueblo, una fuerza política nacional, una corriente histórica (2)

En tanto histórica, es una potencia de larga data que habita en lo real, la veamos o no, seamos capaces de seguirla y hacerle honor o no. Para Arnoldo el comunismo es, en verdad, el Viejo Topo. Por eso, cuando llegó el momento en que el XX Congreso dictaminó la disolución del Partido Comunista Mexicano, Martínez Verdugo subrayó que el comunismo no podía desaparecer, ni evaporarse, ni ninguna cosa por el estilo.

De ahí que Arnoldo deviniera historiador. Recurría a la historia para preguntarle al Topo cuál era el camino, por dónde habría que cavar para salir al futuro. Fundó el Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista, no porque confundiera la historia del PCM con la del comunismo como tal, sino porque intuía  que,  en  el  devenir  del partido,  quizá, a veces había mostrado su faz la corriente comunista profunda.

Tesis 3. El partido de la clase obrera no es, necesariamente, tal o cual agrupamiento específico, sino la forma de acontecer, a veces, del comunismo en la historia.

El comunismo como fuerza histórica y la clase obrera en sus realizaciones  concretas,  tienen  una  relación  que  en  Arnoldo  parece  estar  sujeta  siempre  a  indagación, sin una resolución del todo acabada. Suponiendo que a veces la imbricación de la clase con la corriente histórica comunista puede acontecer, el partido es en primer lugar, para Martínez Verdugo como para Marx, el movimiento  mismo, el ejercerse en cuanto tal del proletariado. Esta forma partido fundamental se adecúa o no, a las construcciones institucionales particulares que pretenden materializarla. Sobre esto Arnoldo dirá dos cosas cruciales:

Corolario 1: Ninguno de los partidos u organizaciones realmente existentes,  entendidos como instituciones con  normas, miembros, instancias, puede abrogarse la representación única y ni siquiera principal, de la clase obrera.

Corolario 2.  Una  condición  de  la  lucha  que  se  ejerce  a  partir y a favor del comunismo como fuerza histórica fundamental, es el pluralismo, la diversidad de opiniones e incluso de posiciones ideológicas.

Tesis 4. La corriente histórica del comunismo se expresa en la clase obrera y ésta, a su vez, en el partido de la clase obrera, si y sólo sí, este último es una  organización con vocación y horizonte unitarios.

Con toda claridad afirma Martínez Verdugo en el Informe al XX Congreso del  PCM que “para el movimiento obrero revolucionario, la lucha por la unidad es uno de los principios fundamentales” (3)

Para Arnoldo la unidad de las agrupaciones socialistas y revolucionarias es  un elemento crucial para determinar si en verdad se trata de fuerzas realmente  históricas.  El  propósito unitario está  guiado por el imperativo de eficacia, pero más  allá de él constituye propiamente un deber ético-político.

Al hacer la revisión de la obra y el actuar de Martínez Verdugo, se impone la recurrencia de la cuestión de la unidad en sus reflexiones y actuaciones. Tal vez porque su propio encumbramiento, y el de la generación que lo acompañó, a la dirección del partido, tuvo como una de sus motivaciones el esfuerzo por reunificar en una sola entidad las fuerzas comunistas que se habían escindido entre el Partido Obrero Campesino de México y el PCM. Si la renovación que comenzó con el XIII Congreso celebrado  en 1960  tuvo muchas dimensiones, un símbolo y síntesis de la misma fue la readmisión en el partido de Valentín Campa, que había sido  expulsado en 1940, al comienzo de la época que Martínez Verdugo siempre consideró como de decadencia y descomposición. Así, reformar a la organización, colocarla sobre sus ejes correctos quiso decir para él, de una u otra forma, afianzar la unidad de los revolucionarios.

Que el tema de la escisión de los años cuarenta y la superación en los sesenta dejó honda huella en Arnoldo, lo prueba el hecho de que en el último informe que presentó ante un congreso comunista, en el momento preliminar a la disolución, fue esa referencia histórica la que trajo a presencia. El socialismo marxista en México, dijo, tuvo como una de sus características definitorias la dispersión de sus representantes.

A este fenómeno se agregó, a partir del Congreso Extraordinario del PCM de 1940, la división de los comunistas. Las arbitrarias e injustificadas expulsiones de  la mayoría de los cuadros dirigentes del PCM en aquel Congreso y las sucesivas escisiones de 1943 y 1947-1948  (...)  materializaron la  escisión de los comunistas en dos partidos. La lucha interna que se desarrolló en el PCM de 1957 a 1960 tenía como uno de sus principales temas a debate el de la unidad de los comunistas (4)

 Una de las constantes de la gestión de Arnoldo como secretario general fue la lucha por la unidad. Pero ésta es justamente la problemática más compleja y que probablemente ha suscitado más debate en torno a su pensamiento. Desde luego porque aún hoy algunos discuten si fue correcta la disolución del PCM a través de su fusión con otras fuerzas, pero sobre todo porque varios de los mayores errores del partido estuvieron asociados, como el mismo Arnoldo hubo de reconocerlo, a  los mandamientos unitarios promovidos por la Internacional Comunista, con su política de “unidad a toda costa”, en la época de la Segunda Guerra Mundial. Causa escozor constatar los extremos a que se llegó en el afán de lograr esa unidad, cuando se escucha a Dionisio Encina, secretario general del partido en esa época, decir lo siguiente en el acto inaugural del IX Congreso en 1944:

(...) consideramos necesario superar la etapa de las simples relaciones fraternales con el PRM, para lograr una relación orgánica con el mismo. Creemos no chocar con los propósitos sanos de ninguna fuerza progresista, si levantamos  la  lucha por el inmediato ingreso de nuestro partido al seno del PRM. Ya desde hoy hemos hecho esfuerzos por realizar nuestra  actividad  electoral  a  través  del  PRM, aun cuando en ocasiones nuestros esfuerzos no hayan dado, a pesar de que se llevaron hasta lo último, el resultado apetecido. Dentro  del  PRM, nuestro partido  tendría la base orgánica para vaciar toda su actividad electoral al seno del PRM, y a esto nos hallamos dispuestos. (5)

La unidad de los revolucionarios que propugnaba Arnoldo no tenía nada que ver con manifestaciones de ese tipo. Pero que el fantasma estaba presente lo prueba el hecho de que, en su discurso al XX Congreso, tuvo que recalcar, enfáticamente:

No se trata, desde luego, de la unidad por la unidad, ni de la unidad a toda costa, sino de una unidad que mejore las condiciones de lucha de los obreros y de todos los trabajadores, que haga avanzar la causa de  la  libertad,  de  la  democracia y del socialismo (6)

Corolario 3. Para Arnoldo Martínez Verdugo, el partido de la clase obrera, la organización en la que cristaliza el movimiento profundo de la historia, a pesar de  estar signado por el pluralismo y el disenso, no puede, sin embargo, estar organizado a partir de fracciones y corrientes.

La situación de las “tribus” en el PRD, habría de parecerle no sólo una  ignominia sino algo profundamente  primitivo.  Durante su intervención en la Cámara de Diputados para hacer un balance de los trabajos del primer periodo de sesiones de la LI Legislatura, afirmó:

(...) en un país políticamente atrasado como el nuestro, de partidos débilmente organizados o que no tienen todavía la suficiente organización en sí mismos, es decir, que contienen corrientes, por razones que no puedo abordar aquí, las tendencias políticas reales, o sea aquellas que surgen de situaciones políticas fundamentales, y de un modo profundo de abordar estas cuestiones, las tendencias políticas reales, digo, rebasan los marcos estrictos de los partidos. (7)

En su Informe ante el último Congreso del PCM, citando textualmente, por única vez, una resolución del Congreso anterior, el XIX, Arnoldo señala:

Consideramos que debe tomarse en cuenta la experiencia del PCM y las  elaboraciones de su último Congreso (...): “Quienes han sostenido posiciones minoritarias en una u otra discusión, deben tener el derecho de mantener sus puntos de vista, de divulgarlos y de exigir que se voten nuevamente. Eso no  significa,  sin  embargo,  que  tales miembros del partido tengan el derecho a constituir  agrupamientos permanentes con disciplina propia, pues la existencia de  divergencias no deja de lado las normas que establecen la subordinación de la minoría a la mayoría y aseguran la unidad de acción de todos los militantes comunistas.

Las  corrientes  de  opinión  surgen  naturalmente  en  el  PCM y expresan enfoques teóricos generales, son necesarias para el desarrollo del partido, pero su existencia no puede estar  sujeta  a  normas,  pues  ello  significaría  reglamentar  la  teoría y las convergencias teóricas. Esas corrientes no constituyen agrupamientos ni minorías”. (8)

Escolio 1. El afán unitario de Martínez Verdugo, y la consecuencia necesaria  del mismo en la operación cotidiana del partido, esto es, la aceptación de la pluralidad de posiciones y de diferencias, los debates abiertos, la tolerancia y promoción  de la crítica de abajo hacia arriba, de las bases a la dirección, sin que nada  de  eso  derivara  en  expulsiones  y  purgas,  toda  esa  vocación unitaria, digo, se muestra de manera clara en el primer recuento histórico sistemático hecho por Arnoldo sobre la historia del partido, que fue originalmente un Informe al Pleno del Comité Central en 1970 y que posteriormente fue publicado como libro  bajo  el  título  PCM.  Trayectoria  y  perspectivas.  La  recusación  de  todo  sectarismo,  fraccionalismo,  divisionismo,  intolerancia, sustentan a la narración y es constante la identificación de los momentos más malos de la organización con la aparición de esos fenómenos divisionistas.

(...) una de las determinaciones de la democracia interna es la libertad de  discusión, indispensable para asegurar la participación de todos en la elaboración de la línea y el programa del partido.

Falsean la realidad de las cosas aquellos que piensan que debido a que hoy se expresan entre nosotros puntos de vista distintos, criticas abiertas a la labor de  los órganos dirigentes y concepciones divergentes en torno a problemas tan importantes como el carácter de la revolución, nuestro partido atraviesa por una crisis. En realidad lo que esa opinión revela es una idea falsa del carácter del  partido, una reminiscencia de pasadas épocas en que predominaban entre nosotros falsas y antileninistas ideas de Stalin al respecto. Estaríamos en crisis si  pretendiéramos implantar en el partido el monolitismo ciego y la unanimidad forzada que no  son  sino  los  signos  del  aplastamiento  de  la  iniciativa,  la labor creadora, la experiencia propia de cada militante. (9)

Todas las diferencias fueron bienvenidas. Todas menos una, a saber, la postura que José Revueltas había venido formulando acerca de la inexistencia histórica de la organización de los comunistas mexicanos, su idea del proletariado sin cabeza. Sobre Revueltas afirma Arnoldo en PCM. Trayectoria y perspectivas:

En el curso de la discusión que se realizaba principalmente en el Comité del Distrito Federal y en el Comité Central, apareció una tendencia claramente  revisionista, que encabezaba José Revueltas.  Desde  sus  primeras  intervenciones en  la  Conferencia  de  agosto-septiembre  de  1957,  éste  expuso su  concepción  liberal  del centralismo  democrático, según la cual en periodos de discusión cesaría toda labor de los órganos dirigentes, los que se dedicarían a “coordinar” la acción de las diversas tendencias. Poco después, ante el fracaso de sus posiciones, Revueltas intervino con su conocida “tesis” acerca de la “inexistencia histórica del partido”, que lo colocaba en el  terreno  del  liquidacionismo.  Cuando  la  conferencia del partido en el DF derrotó estas posiciones y declaró su incompatibilidad con la militancia en el partido, Revueltas  y  su  célula  no  se  sometieron  a  estos  acuerdos  y  renunciaron al partido. Se trataba de una cuestión de principios,  en  la  que  no  cabían  condiciones: la  cuestión de la existencia del  partido.  Ya  V.  I.  Lenin  había  dicho  que  “de  suyo se comprende que el partido no puede existir teniendo en su seno a los que no reconocen su existencia”. (10)

Lo único que no podía aceptar Arnoldo, es que se negara el carácter histórico, real, profundo, del comunismo y del movimiento/partido que de él habría de emanar.

Tesis  5.  La  Revolución  mexicana  ha  llegado  a  su  fin,  por  lo tanto hoy se abre la necesidad de una nueva teoría de la revolución socialista en México.

Para mí no cabe duda de que la mayor aportación de Arnoldo, de la generación de dirigentes que lo acompañaron, e incluso del PCM  como  tal,  al  país  y su cultura, fue el desmontaje y la crítica radical  de  la  ideología  de  la  Revolución  mexicana, que a medida que avanzaba el siglo XX se fue volviendo un lastre, una losa que aplastaba no sólo el ámbito de la política, sino todo el entramado de recursos simbólicos de la sociedad. El  XIII  Congreso  en  el  que  nuestro  personaje  ascendió  a  la  dirección del partido, tuvo como postulado central la afirmación de  que había que hacer una nueva Revolución; que no había espacio ya para ambigüedades, que no había lugar para supuestas radicalizaciones de la vieja Revolución mexicana, ni podía ser la línea del partido, nunca más, el apoyar lo positivo y criticar lo negativo del régimen surgido de la misma.

La Revolución mexicana fue  el  gran  fantasma  que  asoló,  durante décadas, a los comunistas mexicanos, que titubeaban ante el problema de saber si tal vez la  revolución por la que luchaban no estaba en el futuro sino en el pasado, si su misión histórica, de alguna forma, ya había acontecido. Según Arnoldo Martínez Verdugo,  el resultado  de  los Congresos XIII y XIV del PCM consistió en que “por primera vez en su historia el partido elaboraba un documento programático que estudiaba la  realidad  económica  y  política  del  país  y  demostraba  la  necesidad e inevitabilidad de una nueva revolución” (11)

El problema principal  que se le plantea hoy al partido y al movimiento  revolucionario y democrático consecuente, es el de encontrar los caminos adecuados para marchar hacia la revolución socialista. (12)

Pero no sólo Arnoldo y sus compañeros notablemente Gerardo Unzueta terminaron con toda ambigüedad en ese punto, sino que su crítica los llevó a descubrir, en la lucha misma, los rasgos definitorios de un régimen que después algunos intelectuales como Carlos Pereyra, caracterizaron con precisión como un “régimen de partido de Estado”. Sin usar esas palabras aún, Martínez Verdugo y Unzueta describieron cómo los sindicatos habían sido incorporados al partido estatal, lo mismo que las cámaras empresariales y aún las organizaciones campesinas. Por ejemplo, en PCM. Trayectoria y perspectivas se afirma:

(…) la burguesía, al poner bajo su control la mayoría de las organizaciones  obreras  y  campesinas, utilizando todos los medios del poder, la compulsión y la violencia, acabó desnaturalizándolas, las convirtió en apéndices de su aparato  estatal. (13)

Los informes a los plenos del Comité Central fueron adelantando las tesis que, poco después, intelectuales como Arnaldo Córdova  o  Enrique  Semo  por  lo demás también  miembros  del partido sistematizarían para desmontar y terminar por fin, incluso en la academia, con la nefasta ideología de la familia revolucionaria.

Tesis 6. La vía mexicana al socialismo transita por el desarrollo de las libertades políticas para todos los mexicanos y por la democratización de todos los aspectos de la vida social.

La realidad política ha colocado en el primer plano la lucha revolucionaria  por  la libertad política. Nosotros la entendemos como una parte integrante,  inseparable,  de la transformación democrática y socialista a la que aspiramos. (14)

Más enfáticamente aún:

De todas las tareas que la clase obrera tiene planteadas  en el periodo actual, ninguna tiene la envergadura, la proyección general y la profundidad de la lucha por la libertad política. (...) Como ya lo señalaba Lenin en su tiempo, la falta de libertad política hace víctima en primer lugar a la clase obrera. La burguesía (...) tiene distintas vías para influir en los asuntos del Estado, porque dispone de recursos económicos, de  los medios de difusión masiva, de grupos de presión de todo  tipo  sin hablar ya de que una de sus  fracciones domina por entero el aparato de Estado.

Esta tarea es la que en las condiciones de hoy  permite concentrar el máximo de fuerzas para determinar un curso favorable al movimiento revolucionario.

La lucha por la libertad política no se reduce a la vigencia y extensión de los derechos ciudadanos universalmente consagrados (...) sino que va más allá: hacia una transformación del régimen político, a eliminar las bases políticas y jurídicas en que se asienta el despotismo. (15)

Esta es la tesis más original y sorprendente de Martínez Verdugo. Y lo es porque no se trata de un planteamiento simplemente liberal, pues el comunismo sigue significando para el secretario general la creación de una sociedad sin clases  sociales, sin explotadores ni explotados, en un horizonte de liquidación del capitalismo. Pero a ese resultado ha de llegarse por el camino inusitado de la democratización radical. ¿De dónde sacó Arnoldo  esta  idea?  De  los  movimientos  mismos,  de  la  lucha  social. No fue resultado de una elucubración libresca o teórica aunque nunca despreció la teoría sino que fue una enseñanza leída en el discurrir de las movilizaciones de los ferrocarrileros, los maestros, los estudiantes, los sindicatos, todos ellos, desde finales de los años cincuenta, en acción por demandas democráticas y no simplemente económicas o gremiales.

La lucha por libertades políticas para todos, fue el faro que permitió a Arnoldo conducir al partido por entre los torbellinos más terribles,  por  entre  las  tentaciones más  fuertes. Una de ellas la hemos mencionado en la Tesis anterior, a saber, la fascinación por el régimen del partido estatal, el oficialismo de la familia  revolucionaria. Frente a Vicente Lombardo Toledano,  entregado  por entero a esa  deformación, Martínez Verdugo valoró la independencia y autonomía de los  movimientos y organizaciones sociales, como una condición sine qua non de un régimen de libertades políticas.

Y frente a la otra gran tentación, la lucha armada, aprehendió que el movimiento grande, masivo de los trabajadores, no transitaba por ese derrotero, sino por la defensa de la democracia: era la historia misma, el viejo topo histórico el que se manifestaba, en México, por esa vía extraña del libertarismo.

Nunca el PCM,  por cierto,  anatematizó ni  condenó  en  abstracto a quienes optaron por el camino de las armas en busca de la construcción del socialismo. La  posición  de  Martínez  Verdugo no era ni moralina ni liberal. Se trataba sólo del diagnóstico de que el movimiento profundo de la emancipación cavaba por otros senderos.

III

El conjunto de las Tesis políticas que fue articulando Martínez Verdugo lo llevaron a la conclusión de que para que el partido  histórico,  profundo,  de  la  clase  obrera,  pudiera realizarse efectivamente, era necesario, más aún, urgente, que el PCM se fusionara con otras fuerzas para crear una organización de masas, capaz de  realizar las libertades políticas de todos los mexicanos.

Cuando se revisan los meses finales del Partido Comunista Mexicano, sorprende que se haya disuelto cuando apenas siete meses antes de su  desaparición,  en su  XIX Congreso, había dado la discusión más compleja de que  la izquierda tuviese memoria, y hubiera producido 32 Tesis políticas con potencial para transformar de manera multidimensional la realidad mexicana. En esa  penúltima  reunión  del  órgano máximo de dirección de los comunistas, no estuvo en el orden del día, ni fue objeto de debate alguno, el tema de la unificación orgánica con otras fuerzas. Es por eso que en su Informe final ante el XX Congreso, Arnoldo no se refirió al XIX, sino que se remitió constantemente a la reunión número XVIII, en la que sí se había tratado el tema de la Unidad con otras fuerzas.

En su Informe al pleno del Comité Central del 21 de marzo de 1977, dedicado al tema de las negociaciones que en ese tiempo se llevaban a cabo para la posible unidad orgánica del PCM  con  otras  fuerzas  políticas,  Martínez  Verdugo  subrayó  que  el  proceso  unitario  no  debía  estar  sujeto  a  determinadas urgencias políticas como las que surgen del calendario electoral. Es legítimo abordar con toda oportunidad la participación unificada de la izquierda en las elecciones federales próximas (...) Pero la integración en un solo partido debe verse con mayor profundidad, como el resultado de una comunidad de ideas en torno a los problemas fundamentales de la teoría, de la estrategia y la táctica políticas, y de la concepción del partido apto para la transformación revolucionaria. (16)

Paradójicamente,  sin  embargo,  en  el  Informe  que  presentó  ante  el  XX  Congreso  reconoció  que  la  proximidad  de  la  campaña  electoral  de  1982,  precipitaba  algunos  aspectos  de  la fusión que todos hubiéramos preferido resolver con mayor tiempo” (17)

Las 32 Tesis aprobadas por el XIX Congreso fueron pronto olvidadas por los partidos siguientes y no hubo manera de sopesar su justeza y su fuerza. Martínez Verdugo no otorgó, en ese momento, la pausa que hubiera sido necesaria para pensar con calma lo que estaba ocurriendo. Los militantes, entusiastas sí, se vieron envueltos en una vorágine tras de la cual despertaron, los que se quedaron, en el PSUM.

Tal vez estuvo  bien  así.  Lo  que  es seguro  es  que  el  pensamiento político de Arnoldo Martínez Verdugo lo llevó a considerar que ese era el mejor camino.

Notas

1 Arnoldo Martínez Verdugo, “El movimiento estudiantil-popular y la táctica de los comunistas”, Crisis política y alternativa comunista, 1ª edición, México, Ediciones de Cultura Popular, 1979, p. 215.

2 Partido Socialista Unificado de México. Una voz del Pueblo en la Cámara, volumen 1, p. 92.

3 Elvira Concheiro Bórquez y Carlos Payán Velver (compiladores), Los congresos comunistas. México 1919-1981, tomo 2, p. 503.

4 Elvira Concheiro Bórquez y Carlos Payán Velver (compiladores), Los congresos comunistas. México 1919-1981, tomo 2, p. 492.

5 Dionisio Encina citado por Gerardo Peláez Ramos, El comunismo fuera del PCM. De la expulsión de 1943 a la formación del POCM (1943-1950),     https://www.facebook.com/gerardo.pelaez.587/posts/703914193770868

6 Elvira Concheiro Bórquez y Carlos Payán Velver (compiladores), Los congresos comunistas. México 1919-1981, tomo 2, p. 503.

7 Partido Socialista Unificado de México. Una voz del pueblo en la Cámara, volumen 1, p. 572.

8 Elvira Concheiro Bórquez y Carlos Payán Velver (compiladores), Los congresos comunistas. México 1919-1981, tomo 2, pp. 497-498.

9 Arnoldo Martínez Verdugo, PCM. Trayectoria y perspectivas, México, Ediciones de Cultura Popular, 1971, p. 5.

10  Arnoldo Martínez Verdugo, PCM. Trayectoria y perspectivas, México, Ediciones de Cultura Popular, 1971. p. 38.

11 Arnoldo Martínez Verdugo, PCM. Trayectoria y perspectivas, México, Ediciones de Cultura Popular, 1971, p. 41.

12  Arnoldo Martínez Verdugo, PCM. Trayectoria y perspectivas, op. cit., p. 58.

13  Arnoldo  Martínez  Verdugo,  PCM. Trayectoria  y  perspectivas, op. cit., p. 42.

14  Arnoldo  Martínez  Verdugo,  “Situación  y perspectivas del movimiento popular”, en: Crisis  política  y  alternativa comunista,  México,  Ediciones de Cultura Popular, p. 67.

15 Arnoldo  Martínez  Verdugo,  “Ante nuevas exigencias del movimiento revolucionario”, en: Crisis política y alternativa comunista, México, Ediciones de Cultura Popular, pp. 272-273.

16 Subrayado de AMV. Arnoldo Martínez Verdugo, “El PCM y la unidad de los partidos socialistas”, en: Crisis política y alternativa comunista, México, Ediciones de Cultura Popular, p. 180.

17 Elvira Concheiro Bórquez y Carlos Payán Velver (compiladores), Los congresos comunistas. México 1919-1981, tomo 2, p. 500.

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Las negritas y las cursivas son de la Redacción.

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