Del club de los ¿arrepentidos? y otras “pieles sensibles”

 

Jesús Delgado Guerrero / Los sonámbulos

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Desde distintas fuentes y en varios momentos, multimillonarios han lanzado el desafío contra el vacío gubernamental: “que nos cobren más impuestos”. ¿Cuánto? El 2 por ciento a todas las fortunas, dicen 18 personas en Estados Unidos que forman parte del selecto “1 por ciento” a nivel mundial.

 

En la lista figuran, entre otros, George Soros, un conocido especulador de las finanzas y Chris Hughes, uno de los fundadores de Facebook. Están otros, herederos de riquezas dinásticas como la cineasta Abigail Disney y Liesel Pritzker Simmons e Ian Simmons, cofundadores de Blue Haven Initiative, uno de los fondos de inversión más grandes del mundo, especialista en inversiones de impacto.

 

También, desde Davos, donde desde hace varios años las reuniones no han impactado en beneficio de la economía, sólo para la foto, pero sí se ha alertado sobre el oscuro futuro de millones de jóvenes, se habla de un “manifiesto” (sí, después de todo Marx, Groucho, no Karl, dejó su impronta hilarante para la posteridad) para modificar al capitalismo vigente e incluir a los “terceros interesados”.

 

“Un Nuevo Capitalismo de las Partes Interesadas (Stakeholders)”, donde resalta “con la mirada puesta en los ciudadanos”, además de los típicos tópicos sobre el calentamiento global, las tecnologías, etcétera.

 

En el caso de los 18 multimillonarios, la propuesta de pagar 2 por ciento está muy lejos de otros audaces lances del tipo Thomas Piketty, quien propuso cobrar 90 por ciento a quien sea dueño de más de mil millones de dólares (al generoso contribuyente le quedarían 100 millones de dólares para sus chuchulucos, y "con los que todavía puede tener un cierto número de proyectos en la vida”).

 

Además, se hace con mayor insistencia cuando los vientos han calentado el proceso electoral para la Presidencia de Estados Unidos. De modo que muy arrepentidos de no aportar al fisco lo que en otras esferas de la sociedad, no parecen estarlo.

 

Especialmente cuando, con datos del 2014, se reportó, por ejemplo, que las tasas nacionales del Impuesto Sobre la Renta en Estados Unidos si bien son bajas comparadas con las naciones integrantes de la OCDE, oscilan del 10 al 39 por ciento, con tasas intermedias del 15 por ciento, 25 por ciento, 28 por ciento, 33 por ciento y 35 por ciento.

 

Resulta ciertamente mejor que en México, donde la suma de cargas directas de impuestos superan el 51 por ciento (35 de ISR y 16 de IVA, un asalto en ventanilla, y sonriendo por el deber cumplido).

 

Pero en fin, ahí dejaron una carta que hicieron pública desde mediados del año pasado para ver quién es el jefe de “Estado” (patrocinado por Wall Street) que dice “yo”, y ese seguramente no será el actual mandatario, Donald Trump porque, como se sabe, éste hizo más ricos a los ricos al reducir impuestos a las grandes corporaciones.

 

Respecto de Davos, hay que dudar mucho de que estén preocupados por la suerte del “99 por ciento restante”, salvo que no sea para mantener en los límites de la sobrevivencia a quienes todavía pueden alquilar su mano de obra (por demás barata, en casi todo el mundo, con sus raras excepciones y en algunos ámbitos).

 

¿Por qué meter reversa si les ha ido tan bien? ¿Todo por unos alborotadores que no saben apreciar las bondades del sistema capitalista vigente, como sucedió en Chile, donde unos codiciosos ciudadanos, disfrazados de harapientos indigentes claro, salieron a denunciar la desigualdad imperante, como sucede en casi todo el mundo? (¡Qué piel tan sensible!).

 

 

 

 

Deudas estatales: Cuando tres siglos no son nada

 

Jesús Delgado Guerrero / Los sonámbulos

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Ciudadanos de al menos diez estados de la república deberán pagar durante más de tres siglos las deudas que sus gobernantes contrataron ya con la banca comercial, principalmente, o con la banca de desarrollo.

 

Lo peor de ello es que poco o nada se sabe del uso que se dio a todo ese dinero comprometido. La opacidad tanto de los prestatarios como de los prestamistas, es decir, de gobernantes y banqueros, emerge como un dique para conocer qué sucedió, a lo que sigue el tufo inconfundible de la impunidad. 

 

De entrada, transparencia y rendición de cuentas en tiempos de supuesta democratización de la vida pública, cancela los derechos fundamentales de los ciudadanos a ser informados.

 

Y según diversos estudios, tanto de fundaciones como de instituciones públicas, hay diez entidades donde las generaciones actuales y varias venideras ya saben lo que es pagar sin haber obtenido ningún beneficio, o muy poco, hecho que se enmarca en la conocida teoría de la “deuda odiosa”, llamada eufemísticamente “deuda subnacional” por organismos internacionales y regionales.

 

Por ejemplo, si las cosas se mantuvieran como están y las nuevas y siguientes autoridades no incurrieran en nuevos préstamos (asunto complicado porque varias van a recurrir a refinanciamientos, es decir, a contratar deuda para pagar deuda), Coahuila y el “Moreirazo” (por los hermanos Humberto, principalmente, y luego Rubén) con los más de 30 mil millones de pesos van a significar 325 años para terminar de pagar ya que al año destina poco más de 75 millones para su amortización, esto es, al pago del capital (los intereses se cuecen aparte).

 

Luego aparecen, igual, calculados en años, los pasivos de Durango (125 años), Campeche (79), Tamaulipas (65), Zacatecas (61), Veracruz (59), Baja California (56), Nayarit (40) y Puebla (37).

 

Otras entidades tardarán menos: Sinaloa (28), San Luis Potosí (22), Tabasco (21), Morelos (19), Quintana Roo (18), Aguascalientes (16), Jalisco (16), Michoacán (16) e Hidalgo (11).

 

Aquí cabe decir que con cifras del segundo semestre del año pasado emitidas por parte de la Secretaría de Hacienda, la deuda de entidades federativas, municipios y sus entes públicos, alcanzó los 595 mil 789 millones 900 mil pesos.

 

Y que entre las entidades más endeudadas se encontraban Ciudad de México, Nuevo León, Chihuahua, estado de México y Veracruz, las cuales sumaron, en conjunto, 53.5 por ciento del total, aunque en el caso de la capital del país y la entidad mexiquense los plazos para terminar de pagar sus adeudos se estimaron en un año y nueve años, respectivamente, si bien el impacto del pago del servicio y amortizaciones anuales es muy significativo en sus presupuestos, cancelando obras y prestación de servicios.

 

Los estados menos endeudados eran Tlaxcala, Querétaro, Baja California Sur, Aguascalientes y Campeche, que totalizaron todos juntos solo 1.3 por ciento de la deuda.

 

Es cierto que la Ley de Disciplina Financiera del 2016 vino a poner coto al festín salvaje de contratación de deuda con los bancos por parte de los estados, pero también es verdad que con ello se otorgó impunidad a quienes incurrieron en eventuales desaseos y nunca transparentaron ni rindieron cuenta de esos créditos (total, tres siglos se pasan pronto).

 

 

Edomex: Fuente inagotable de hemorragia femenina

 

Jesús Delgado Guerrero / Los sonámbulos

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Después de una semana de escaramuza política generada por el fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero, al proponer la eliminación del delito de feminicidio para redefinirlo como agravante de homicidio y que los asesinos reciban sanciones de entre 40 y 70 años de prisión (que es la pena actual, por cierto), es casi posible creer en las “nobles” teorías freudianas que sostienen un “inconsciente deseo de muerte” por parte de las víctimas o, si se prefiere, un “maquinal deseo asesino” por parte de los victimarios (por eso quizás el imparable aumento, según los conteos funerarios oficiales de cada año).

 

Hete aquí una disparatada postura que “banaliza el mal”, ese que, según Hannah Arendt, pretende sancionar a los asesinos con las penas corporales de rigor, pero no a toda una cultura (deformación social) que se ha venido incubando consistentemente en las voluntades de las personas desde hace varias décadas: el odio en contra de seres humanos, en este caso las mujeres.

 

Los números, como siempre, pueden ser fríos, pero cada uno habla de la historia de una vida cercenada: los homicidios dolosos contra mujeres y feminicidios en el país sumaron 3 mil 867 durante el año del 2019, esto es, significó más de 5.6 por ciento de aumento en relación con los 3 mil 664 expedientes reportados por ambos delitos en el año del 2018.

 

Para decirlo más claro (y con preocupación): a pesar de que varios sujetos han sido elevados al rango de celebridad mediática por sus crímenes (como los mal llamados “monstruos” de Ecatepec, o el otro de Toluca, de los cuales “analistas”, comentaristas y otros medios escandalosos deseosos de rating hasta detallan su perfil hematófago), no son sino la muestra de un cáncer cultural muy extendido en el país, del cual en parte se tiene detectado su origen (las familias en gran medida) pero no su cura.

 

Eso no evitó que el fiscal Gertz Manero la armara buena durante una semana, el cual por suerte fue frenado en seco por un nutrido grupo de legisladoras federales y hasta por el presidente Andrés Manuel López Obrador; pero con esto se mostró el caso típico en el que se confunde la enfermedad con el remedio, pretendiendo dejar sin sanción el odio homicida, que eso es el feminicidio, según los entendidos en el tema.

 

Uno de los actos humanos más abyectos (el asesinato por odio, por su condición de mujer en este caso) no puede ni debe ser llevado al terreno del rutinario “importamadrismo” oficial ni social, del sólo voluminoso expediente tal vez concluido con la aprehensión y castigo de los autores.

 

Más sorprendente es la situación que prevalece en el estado de México en torno de los feminicidios y de los homicidios dolosos contra mujeres, los cuales ubican a esa entidad como una fuente inagotable de hemorragia femenina a punta de balazos, puñaladas, desollamientos y otros, esto mientras el gobierno distribuye “salarios rosas” y empodera a miles de mujeres, al decir de la propaganda del supuesto programa “estrella” (y quizás el único oficial en esa entidad que sirve para tareas de difusión, además de inspirar encabezados para textos como el presente).

 

Este caso mexiquense es, como diría mordazmente el sociólogo e historiador estadunidense Christopher Lasch, “vivir el cielo en un mundo despiadado”, eso sí, con las infaltables sonrisas de pose de la autoridad en cada acto multitudinario, dándole un toque de macabra solidaridad.

 

En tales condiciones, la entidad mexiquense presenta un cuadro felizmente siniestro: durante el 2019 fue el estado que registró el mayor número de feminicidios y de homicidios dolosos contra mujeres: 440, o, para decirlo en otros términos, cada mes fueron asesinadas 37 mujeres.

 

En el año 2018 esa entidad tuvo 404 casos, de modo que en el 2019 reportó 9 por ciento de incremento en ambos delitos, es decir, superó en 3.4 por ciento de casos más lo registrado en el país.

 

 

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