Las ganancias de Trump

Sergio Gómez Montero / Isegoría
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Para José Jacques Medina.

Sin duda, pareciera ser que el estigma de sometimiento a Estados Unidos sigue: vigente en nuestro país, pues desde el siglo XIX se encuentra inerme frente a Estados Unidos a la hora de defender sus intereses económicos, políticos y ocasionalmente territoriales (los gringos se frotan las manos esperando que “la Baja” se convierta en una estrella más de su bandera), como hoy, en que el señor Trump ganó lo que buscaba amenazando económica e ilegalmente, como lo hizo, a nuestro país. Primero, por un lado, con su ilegal amenaza de imponer aranceles injustos a nuestras mercancías enviadas a Estados Unidos, logró frenar el movimiento migratorio generado hacia el norte que, propiciado por el desarrollo capitalista de Estados Unidos y México, se despliega desde Centroamérica hacia Estados Unidos en busca del “sueño americano” (american way of life) sin que esa falsa idea desaparezca nunca de la mente de los migrantes que, ahora, luego de los acuerdos logrados entre los vecinos del norte y nosotros, en calidad de tercer país seguro, esa migración no sólo será de sur a norte, sino que también los migrantes expulsados ilegalmente, como dice la representante demócrata Nancy Pelosi, de Estados Unidos llegarán a México en espera de la solicitud de asilo solicitada.

Es decir, con los acuerdos logrados, la victoria de Trump fue completa gracias a México, pues con eso fortaleció, como originalmente él lo buscaba, su posición electoral, pues ello lo coloca, para las próximas elecciones estadunidenses, como amplio favorito en ellas, toda vez que así llega con la aureola del vaquero que siempre sale triunfante.

Pero no sólo eso, ¿cumplirle sus caprichos a Trump era la única salida que México tenía para hacerle frente a las amenazas del gobernante estadunidense? La estrategia de México para enfrentar dicha situación fue muy clara desde que se formuló la amenaza: trazada desde Palacio Nacional ella se basó en un principio jurídico muy sabido: “Más vale un mal acuerdo que un buen pleito”, y con base en esa estrategia México no tuvo la oportunidad de llevar las negociaciones como más le convenía: haciendo respetar su soberanía y la legalidad, y, eventualmente, solicitando el apoyo de quienes, Rusia y China, tienen pleitos económicos de fondo con Estados Unidos. Es decir, por esas dos vías se pudo haber roto la posición con la que Trump nos tenía amenazados; Rusia amenaza con romper ya los acuerdos de Bretton Woods para desplazar definitivamente la ficticia hegemonía del dólar en el comercio mundial, en tanto que China no permitiendo que Estados Unidos la venza en la actual guerra en que ambos se encuentran inmersos por cuestiones arancelarias. El que esas no eran medidas de corto plazo, es cierto, pero le hubieran dado oportunidad al gobierno del país de mostrarse a la ofensiva, como no lo había hecho desde mucho tiempo atrás, en sus relaciones con Estados Unidos.

Escribo esta nota cerca del día de la libertad de expresión, pensando que ésta no existe si no existe libertad de pensamiento que nos conduzca por una sola vereda: la búsqueda de la verdad, porque sólo ella nos hará libres.

 

 

Política compleja

Sergio Gómez Montero / Isegoría
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Muchos son hoy los factores que influyen para hacer de la política un ejercicio complejo y cargado de dificultades, y por ende que requiere por parte de quien se dedica a ella de habilidades múltiples y refinadas, comenzando por capacidad para entender e interpretar la geopolítica que en los tiempos actuales influye determinantemente en el más simple y sencillo ejercicio de política. Claro, ya no se diga cuando hay que dirigir la economía número 14 del mundo, que hoy se ve afectada por crisis de violencia manifiesta, corrupción imparable y síntomas de recesión. Desde luego, nos referimos a México como país, cuyos actuales gobernantes (suponiendo que son verdaderos equipos de trabajo los que están al frente de la dirección del país), por ejemplo debieron estar atentos el domingo pasado al resultado del proceso electoral de la Unión Europea para elegir el Parlamento, que finalmente fue dominado por los ultraderechistas de Italia, Francia, Holanda y Bélgica, quienes defienden el cierre de fronteras a toda costa y se oponen, sorprendentemente, a lo que ellos denominan los populismos de Trump y, entre otros, López Obrador o Cristina Fernández de Kirchner.

Atentos también debieron estar los políticos mexicanos a los resultados de las elecciones del domingo pasado en España, en las cuales arrasaron los socialistas del PSOE sin necesitar para nada el apoyo de Podemos ni de Izquierda Unida para desplazar y casi borrar al PP de Rajoy y Ciudadanos de Rivera, lo cual, indirectamente, favorece con mucho a López Obrador (dígalo si no la detención de Alonso Ancira), cuya amistad con Sánchez del PSOE se verá muy pronto fortalecida, así como con el inglés Jeremy Corbyn, quien se perfila para sustituir a Theresa May como primer ministro de ese país, en donde se encuentra agonizante el Brexit, lo que moverá a los mercados mundiales en serio. Un viaje próximo a Europa confirmará pronto las tendencias aquí delineadas.

            Mas, lo que sucede en Europa no repercute aún en América Latina, en donde Argentina se disputa acremente entre el conservador Macri y el peronista Fernández en una lucha que se definirá en octubre próximo y que aún no vislumbra ganador, conviniendo a nuestro país un triunfo de Fernández para inclinar la balanza de América Latina hacia una izquierda moderada que sirva de bloque para frenar los afanes expansionistas de Estados Unidos, quien hoy tiene en Bolsonaro de Brasil un esclavo sumiso y obediente y quien es incapaz de desobedecer la voz del amo.

Por último, en términos de geopolítica no habría que olvidar el papel de Rusia y China, cuya influencia en América Latina es cada vez mayor y estratégicamente muy significativa, pues es el único freno efectivo hacia Estados Unidos para evitar que domine a toda la región, y claro que hay adelantos significativos al respecto.

Es decir, hoy, la política no se puede quedar encerrada en las cuatro paredes nacionales, que la constriñeron el siglo XIX y buena parte del XX. Hoy, luego de las tendencias globalizadoras de nuestros días, un país que no juega geopolíticamente no tiene ninguna posibilidad de triunfar y salir adelante. Que eso dificulta, mucho, la tarea de gobernar, cierto. ¿Pero quién dijo que esa tarea era fácil?

 

 

La nueva máquina de gobernar

Sergio Gómez Montero / Isegoría
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Muchas cosas, vinculadas al gobierno, me han recordado estos días. Por ejemplo, los años primeros de la Revolución rusa y los ejercicios de planificación de aquel entonces; Lenin y sus discusiones con diferentes bolcheviques sobre los planes quinquenales que le permitieron a la Unión Soviética recomponer su aparato productivo luego de que éste había quedado destruido después de la Primera Guerra Mundial. Lo mismo, parecido a lo que hoy sucede, en que si bien había aparato productivo éste no servía sin los mecanismos de corrupción que lo alimentaban y que producían sólo una polarización creciente en la distribución del ingreso. ¿Qué aparato productivo entonces poner en práctica para que operara sobre un esquema que permitiera distribuir más equitativamente el ingreso y borrara de su esquema operativo a la corrupción? ¿Qué hombres y mujeres se necesitaban para realizar tal tarea?

Es decir, pensar en nuevos aparatos de gobierno, hoy, es difícil, pues éstos tienen que dar respuesta a necesidades que escapan a las que se conformaban desde las trincheras capitalistas y que más bien, de pronto, tienen que cambiar de signo radicalmente, toda vez que de pronto tienen que atender, con mesura, las necesidades de aquellos sectores de la población (por lo común, más del 50% de la población) que están en la pobreza o en la miseria, vinculados por necesidad con el crimen organizado y lo más grave: viviendo amarrados por rutinas de consumo (celulares, alcohol, televisión, supermercados) sin recursos para vincularse a ese mundo fatuo de consumo, lo cual hace que sus conductas no se puedan fácilmente modificar (plantar árboles o cultivar la tierra, en lugar de vivir míseramente en la ciudad). ¿Qué tipo de expertos se requieren para el diseño y operación de esos nuevos aparatos de producción: administradores de los antiguos aparatos de producción o preparar a nuevos administradores que entiendan que se trata de administrar con nuevos criterios de gestión y autogestión que garanticen la participación colegiada de todos para todo? Crear, de hecho, nuevos sistemas productivos para nuevos beneficiarios de ellos.

La tarea, se vislumbre por donde se vislumbre, no es sencilla, pues implica cambios radicales en términos de gestión social, para pasar, por ejemplo, de un asistencialismo clientelar a nuevas formas de organización desde abajo en las cuales todos se sientan comprometidos y que conlleven la visión de que quienes no cumplan se verán marginados de los beneficios que tales formas de organización arrastran con ellas. A su vez, el asistencialismo se debe romper no sólo desterrando a la corrupción, sino no permitiendo que la impunidad exista desde ningún punto de vista: el castigo social como forma de aislar a los culpables.

De ninguna manera es fácil, pues, poner a funcionar nuevos aparatos de gobierno, como hoy, con el gobierno de López Obrador se está demostrando, con renuncias, errores, silencios, tareas que no se cumplen o que se sabotean (incendios malévolamente provocados)., y como sea vale la pena seguir experimentando en tal tipo de tareas.

 

 

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