En México no existe un partido obrero

Gerardo Peláez Ramos / El Activista Regional
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Desde hace tiempo, diversas organizaciones comunistas en nuestro país se califican a sí mismas como vanguardia política de la clase obrera. Es una afirmación absolutamente falsa. Estas pequeñas asociaciones son desconocidas por millones de trabajadores mexicanos, como los núcleos de obreros y empleados de los grandes sindicatos nacionales de industria de petroleros, electricistas, minero-metalúrgicos y telefonistas. Tampoco son muy conocidas por los trabajadores de la educación básica y superior, del transporte terrestre, aéreo, marítimo, urbano y ferroviario, de la administración pública federal, estatal y municipal, de la industria de la alimentación y las bebidas, de la radio, la televisión, el cine y los servicios de internet, de la salud y la seguridad social, de los obreros agrícolas y de otras ramas de la producción y los servicios.

Algunas de estas organizaciones se autocalifican de partidos, aunque por el número de sus militantes, la cantidad de sus organismos de base e intermedios, la tiraje de su prensa y su presencia en los sindicatos, organizaciones campesinas e indígenas, agrupaciones de colonos, estudiantes, intelectuales y artistas, debe considerárseles como grupos y círculos de la izquierda socialista. Si se toma en cuenta la población del país, de más de 125 millones de habitantes, todas las organizaciones comunistas y trotskistas en México, son, sin excepción, pequeños grupos y círculos. No existe, pues, un partido de la clase obrera en nuestro país y tampoco un partido obrero.

La lucha por construir un partido de la clase obrera es una tarea actual y futura. En 1960, después de su expulsión del Partido Comunista Mexicano y su breve paso por el Partido Obrero-Campesino Mexicano, José Revueltas y sus camaradas fundaron la Liga Leninista Espartaco que se proponía “la creación del partido de la clase obrera mexicana”. No la tenían fácil: constituyeron la LLE exactamente unos días después de la derrota del ascenso sindical de 1956-1960, derrota que se produjo el 31 de agosto de 1960. Antes, durante y después de nuevas expulsiones del PCM, de la transformación del Partido Popular en PP Socialista, de la fusión del POCM y el PPS, los reagrupamientos, divisiones y subdivisiones de las organizaciones de la izquierda, tanto reformistas como revolucionarias, se desarrolló la corriente del espartaquismo.

Para ilustrar el fracaso espartaquista en el intento de crear no un partido obrero cualquiera, sino el partido de la clase obrera mexicana, basta con registrar los nombres de algunos grupos espartaquistas: LLE, Liga Comunista Espartaco, Asociación Revolucionaria Espartaco del Proletariado Mexicano, Movimiento Espartaquista Revolucionario, Espartaquismo Integral Revolución Articulada… y, naturalmente, ante la imposibilidad de construir un partido proletario, algunos pasaron a llamar partidos a minúsculas asociaciones de algunas decenas de militantes, mayoritariamente “aplúsvalos”. Así surgieron el llamado Partido de la Clase Obrera Mexicana (que degeneró en grupo de choque al servicio del régimen del Partido Revolucionario Institucional: Antorcha Campesina) y el Partido Mexicano del Proletariado, llamados sus integrantes los “pemepedos”.

Después de ser simpatizantes y promotores de las posiciones del Partido Comunista de China, una franja de los espartaquistas se convirtió a un maoísmo bastante heterodoxo: ponía en el centro de la lucha a la clase obrera industrial, fundamentalmente urbana, y caracterizaba como socialista la revolución a impulsar en México, pero eso no impedía hablar del pensamiento de Mao Zedong y las consignas clásicas del PCCh en los años 60 del siglo XX: “el poder nace del fusil” y otras.

Se produjo, a la larga, una desmaoización y se arribó, en una fracción, a concepciones consejistas y anarquistas sui generis. Pasaron a enarbolar las ideas de Anton Pannekoek, Herman Gorter, Paul Mattick y Otto Rühle. En especial los influyeron los textos de Pannekoek, Lenin filósofo y Los consejos obreros, y de Gorter, Carta al camarada Lenin y La revolución mundial. Con tales concepciones aseguraron su desaparición como corriente política.

En los años 60 del siglo pasado existió un organismo del movimiento comunista constituido mayoritariamente por obreros: el Frente Obrero Comunista de México, que dirigía el asesor laboralista Juan Ortega Arenas, sin embargo todas sus organizaciones que lo antecedieron y lo sucedieron fueron muy efímeras, seguramente por sus concepciones y su política: Partido de la Liberación Nacional, Frente de Lucha de Emancipación de la Clase Obrera, Frente Obrero, FOCM y Partido Mexicano de los Trabajadores (en formación, que no debe confundirse con el partido de Heberto Castillo).

En resumen, en México no existe el partido de la clase obrera y tampoco un partido obrero. En otros países prevalece otra situación. Por ejemplo, en la patria de Salvador Allende existe el Partido Comunista de Chile, reconocido como su partido por el sector más avanzado de la clase obrera. Igual ocurre en Perú, donde existen el PC Peruano y el PC del Perú Patria Roja. En Brasil, el PC Brasileño y el PC del Brasil. En Portugal el PC Portugués y en Sudáfrica el PC Sudafricano.

En otros países, por diversas razones sociales, nacionales e históricas puede no existir el Partido Comunista, o haber un PC débil pero nacional y con cierta implantación en la clase obrera y otros sectores populares, o tener presencia en el marco de un mismo país varios partidos comunistas como ocurre en Brasil, Perú, España y Rusia.

La idea de un solo partido de la clase obrera es un mito antimarxista y sectario. La historia señala otra experiencia. En México existieron el PCM y el POCM, ambos comunistas sin la menor duda. En la actualidad ocurre un fenómeno bastante cómico: más de cinco organizaciones comunistas dicen ser la vanguardia de la clase obrera. Es un cuento. Ese partido no existe. Debe señalarse, asimismo, que pueden presentarse otras situaciones: existir un Partido Comunista en algún país, con presencia nacional y con cierta implantación en el seno del proletariado, mas quien dirige los sindicatos y obtiene más votos obreros es otro partido. Tales son, entre otras, las condiciones que pueden expresarse.

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Documento tomado de la página de Facebook de Gerardo Peláez Ramos.

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