Intelectuales y poder: Benítez, Fuentes y Paz

Pablo Cabañas Díaz
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Los más cercanos amigos y colaboradores de Fernando  Benítez (1912-2000) nombrado “el padre de los suplementos culturales” en México, participaron en el primer homenaje de los varios que tuvieron lugar en 2011. El homenaje se realizó en el Palacio de Bellas Artes el 18 de diciembre  2011, y entre otros, estuvieron José Emilio Pacheco, Vicente Rojo y Carlos Fuentes. En el libro de Víctor Manuel Camposeco (2015), publicado en la Colección Periodismo Cultural de la Dirección General de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, retrata a Benítez, Carlos Fuentes y Carlos Monsiváis, como los intelectuales privilegiados del sistema priista.

El texto titulado: “Gran periodista y privilegiado del régimen”, menciona que la salida de Benítez del diario Novedades fue un mito que lo convirtió en víctima de la intolerancia ideológica. Según la versión de aquel grupo, que la gente del medio cultural conocía como “La mafia”, Benítez fue despedido, o renunció al periódico, porque “no lo dejaron defender a la Revolución cubana”. En 1963, a Benítez, se le ocurrió publicar las copias de los cheques que el dictador cubano Fulgencio Batista le daba al periodista  Aldo Baroni. Ramón Beteta –director de Novedades– lo  llamó a su oficina y defendió a Baroni. ¡Cómo se atreve usted, Beteta, a comparar al miserable bribón de Baroni con un héroe como Castro!, gritó Benítez fuera de sí.  La consecuencia de este hecho fue obvia: el cese.

Pero las versiones del encuentro con Beteta suelen tener finos matices y hasta la fecha son contradictorias entre sí.  Una de ellas es de Carlos Fuentes quien en un texto publicado en el periódico español El País (24 /12/2011) titulado: “La larga vida del suplemento de Novedades”, menciona que la publicación terminó cuando Benítez insistió en imprimir un largo reportaje sobre la recién nacida Revolución cubana. El periódico se lo reprochó y Benítez, junto con sus huestes [...] renunció y buscó nuevo techo. 

Una vez fuera de Novedades el nuevo espacio se  lo dio José Pagés Llergo en la “fortaleza sitiada” de la revista Siempre!  La “fortaleza sitiada” recibió medio millón de pesos del presidente Adolfo López Mateos “suma significativa entonces”, según Monsiváis (Siempre! 21/02/1962, pp. 36-37). Vicente Rojo acompañó a Benítez a entrevistarse con el presidente Adolfo López Mateos en diciembre de 1961, poco antes de Navidad, y fue testigo que el presidente le ofreció dinero a Benítez: “Dele usted el dinero que pensaba darme a mí. Déselo a él” (a Pagés Llergo), le dijo Benítez. Pero Emmanuel Carballo menciona que le dieron un millón de pesos a Benítez para iniciar “La Cultura en México” en la revista Siempre! No medio millón, como publicó Monsiváis. Como sea, la “fortaleza sitiada”, como decía Fuentes, no parece haber estado tan “asediada”. Cuando menos por el presidente con su apoyo económico y político.

Benítez, estuvo trece años a cargo de la dirección de “México en la Cultura” de Novedades, época que ha sido considerada como la mejor de un suplemento cultural en  México. No hubo como se insinúa un conflicto ideológico tal y como lo señaló el año pasado Elena Poniatowska en La Jornada (26/02/2017).

Benítez, recordó en noviembre de 1997 que a su salida de Novedades le dieron “una cuantiosa suma”. En enero de 1959,  señala Víctor Manuel Camposeco, Benítez y Fuentes fueron a La Habana a iniciar lo que Castro llamó “Operación verdad”. Benítez no  divulgó nada sobre el tema. Fuentes, en enero de 1959 divulgó en su columna “Diálogo de sombras”, del suplemento México en la Cultura, la defensa de la Revolución cubana. En el suplemento número 587, del 12 de junio de 1960, Benítez lo organizó como un ensalzamiento de la Revolución cubana.  Fuentes rubricó en La Habana, el día 23, su columna publicada el domingo 25 de enero de 1959.

II

En la exaltación sobre Benítez, un hijo del siglo, publicado por La Jornada el 17 de enero de 2000, un mes antes de su muerte, Carlos Monsiváis compendia y remata con humor: “Nota de un no tan hipotético diccionario del siglo XXII: Benítez, Fernando. Nació en la ciudad de México en 1910 y desapareció en 2032 en un vuelo de reconocimiento de la expedición en busca del sitio donde se supone estuvo la selva Lacandona (cerca de donde estuvo Chiapas). Entre sus obras destacan Los indios de México (cinco tomos de Ediciones Era), un valioso documento literario y antropológico sobre las etnias hoy en buena parte radicadas en el estado de California. Dramaturgo gozosamente fallido (Cristóbal Colón), novelista a reconsiderar (El rey viejo, El agua envenenada), historiador (La ruta de Hernán Cortés, Los demonios en el convento, La ciudad de México), embajador de México en la República Dominicana, fue también periodista y promotor cultural de primer orden.

En un texto de 1992 publicado por La Jornada y reproducido en el citado perfil de 2000, Fuentes destaca la visión política de Benítez: “Las batallas libradas por Fernando fueron incontables, por toda nación latinoamericana injustamente agredida, por la libertad de España y contra Franco. Los suplementos culturales dirigidos por Fernando fueron generoso asilo de la emigración española y, más tarde, de la sudamericana”. Una foto sumamente dinámica muestra a Benítez enfrentándose al entonces jefe de la policía del Distrito Federal que quería impedirles a los republicanos españoles manifestarse contra la visita de Eisenhower a Madrid ante la embajada estadunidense en el Paseo de la Reforma.

Fuentes fue uno de los intelectuales que cedieron a la tentación de acortar la famosa “distancia con el príncipe”, frase acuñada por Octavio Paz, al dar su respaldo al presidente Luis Echeverría. En un avión que el escritor Gabriel Zaid bautizó entonces como “de redilas”, connotados intelectuales se incorporaron a una gira presidencial por Sudamérica y asumieron su adhesión al régimen al adoptar la frase “Echeverría o el fascismo”, cuya autoría se ha atribuido lo mismo a Fuentes, quien se desempeñó como embajador de México en Francia, y también a Benítez, quien en ese momento era asesor del presidente Luis Echeverría.

En entrevista con Proceso (número 807) en abril de 1992, Benítez respondió ante la pregunta de si había sido Fuentes el creador de la frase y su respuesta fue clara: “Fue una expresión exacta y debo haberla repetido yo en alguna ocasión. En ese momento la situación de México era muy grave y podía haber caído en un fascismo del que nos salvó Echeverría”. Su única medida represiva y fascista fue el golpe en Excélsior”. En Excélsior “se enfrentaron los poderes de la prensa y del Ejecutivo, pero fue un único caso.”

 El tema de la relación entre los intelectuales y Echeverría fue motivo de un reportaje publicado en julio de 2002 (Proceso, 1341), en el marco de las comparecencias del expresidente ante la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado, por las matanzas de Tlatelolco y del Jueves de Corpus Christi, donde el historiador Lorenzo Meyer recordó haber recibido la invitación a la gira, pero él la rechazó.

Fue vergonzoso el acarreo. Fuentes, en un diálogo con el periodista James R. Fortson publicado en 1973 en el libro Perspectivas mexicanas desde París, calificó como “un gesto que sin duda le honra” el que Gustavo Díaz Ordaz se hubiese imputado toda la responsabilidad por la matanza del 68, y tras comparar a Echeverría con Francisco I. Madero y Lázaro Cárdenas, respondió a quienes criticaban su respaldo al expresidente: “No acabamos de digerir nuestros traumas (…) Creo que en primer lugar el responsable único fue el presidente de la república de México. En segundo lugar, que en Tlatelolco intervino el Ejército por órdenes de la Presidencia y de la Defensa, no de Gobernación. Y en tercer lugar, que aunque Echeverría hubiese sido 100% responsable del 68, no podemos hacer una política a base de la noción cristiana del pecado original y convertirnos en estatuas de sal mirando siempre hacia atrás…”

Fortson también le preguntó a Carlos Fuentes: ¿Qué piensas tú del hecho de que los sucesos del 10 de junio de 71, pese a la promesa de Echeverría de esclarecerlos públicamente en un plazo perentorio, no se hayan aclarado? Fuentes reconoció: “Me parece una de las cosas malas de este régimen. Yo creo, en primer lugar, que el 10 de junio fue una provocación de Martínez Domínguez y los tapados quemados como Corona del Rosal para desprestigiar al nuevo presidente y forzarle el rumbo por el camino de la represión, toda vez que esa gente siente que sólo se justifica si justifica la necesidad constante de represión. 

“En términos políticos, el problema fue resuelto con la destitución de Martínez Domínguez, ¿verdad? En términos políticos, digo, en términos pragmáticos y transitorios, pero no en términos legales. Seguimos con nuestra pesada herencia colonial: la ley se obedece, pero no se cumple. Lo que ha quedado en entredicho, y esto es muy grave para Echeverría, porque le resta confianza entre muchísima gente, es el respeto a la ley. La falta de una investigación verdadera y de un castigo a los responsables prolonga depresivamente esa esquizofrenia rampante en toda la América Latina: el divorcio entre el país real y el país legal”.

III

En marzo de 1999, Fuentes explicó a la revista Proceso (número 1167) que no sólo él, sino otros escritores, como Fernando Benítez y Octavio Paz, habían creído en la llamada apertura democrática prometida por Luis Echeverría, pero insistió en considerar que existía realmente el temor de que el poder hubiera sido tomado por los militares.

No todos los intelectuales fueron seducidos por el poder. Gabriel Zaid, quien guardó distancia, escribió en septiembre de 1972 (número 12 de la revista Plural, dirigida por Paz) una “Carta a Carlos Fuentes” (en torno al artículo de éste “Opciones críticas en el verano de nuestro descontento”, publicado en el número anterior), en el que le cuestionaba su amistad con Echeverría, no obstante la represión estudiantil del 10 de junio del año anterior: “Si eres amigo de Echeverría, ¿por qué no le ayudas privadamente con el mayor servicio que nadie le puede hacer: convencerlo de que la represión del 10 de junio no es un pelo en la sopa de la Apertura, sino la prueba pública de si cree que podemos democratizarnos, o si cree, como don Porfirio, que todavía no estamos preparados?”

La defensa más importante del presidente Echeverría la hizo Fuentes en un artículo escrito desde París y publicado en El Sol de México el 30 de julio de 1976. Cuatro meses y medio antes de terminar su gestión, el presidente Echeverría era acusado de estrangular la libertad de expresión y de ensañarse, como cualquier tiranuelo bananero, contra la crítica adversa. ¿Puede concebirse que un hombre de la sagacidad política de Luis Echeverría sea el autor de su propio descrédito y de la negación masoquista de su propia obra del gobierno? La historia política de los últimos cinco años y medio indica, más bien, que una vez más los enemigos, abundantes y poderosos, de Echeverría, han aprovechado una situación particular –la crisis interna de Excélsior– para sumarse en un esfuerzo final, oportuno por tardío, de desacreditar una política que les daña. 

Paz regresa a México en 1971 y funda y dirige la revista Plural (1971-1976), en cuyas páginas la amistad entre Paz y Fuentes parece continuar, a pesar de sus diferencias de opinión en cuanto al nuevo presidente, Luis Echeverría Álvarez; “Paz abordó el tema de la violencia política en una serie de artículos publicados en Plural a lo largo de junio y julio de 1973 y agosto de 1974.

IV

En 1988, el redactor de la revista estadounidense The New Republic, molesto por el apoyo que Fuentes le dio al gobierno sandinista de Nicaragua, envía a un representante a México para buscar a alguien de renombre que escribiera algo contra Fuentes. Se dirige a la revista Vuelta, dirigida por Paz, y se topa con el historiador Enrique Krauze, quien accede. El texto, apareció en el número 139 de junio 27 de 1988 de la revista que dirigía Paz y en inglés en el número  de The New Republic de la misma fecha. La publicación ocasionó una multitud de críticas nacionales e internacionales en contra de Krauze y defensas a favor de Fuentes. En 2012, Alfonso González, en la revista la Universidad de México menciona que: “En el artículo de Krauze se percibe un claro empeño por desacreditar lo hasta entonces considerado como valioso por muchos otros autores que abordan la obra de Fuentes antes y después de la negra fecha señalada”. Ahora, sabemos que fue Leon Wieseltier editor de The New Republic quien le pidió a Krauze que escribiera un ensayo sobre Fuentes. En febrero de 1996  la revista  Proceso publicó una carta en la que Wieseltier menciona que le encantaba saber que ese “ensayo aún les quita el sueño a los apologistas de Fuentes. No le pedí a Krauze que escribiera su ensayo porque creyera que Fuentes era molesto para el gobierno de Reagan. Le pedí que lo escribiera porque creía que Fuentes era molesto para el mundo intelectual y literario En ese mundo trabajo”.

Desde la perspectiva del lector, se observa la animadversión que existía ya en esa etapa entre las dos grandes figuras de la literatura mexicana de la segunda mitad del siglo XX: Octavio Paz y Carlos Fuentes.

V

En 1985 Hank González, retirado de la política, convenció a Benítez de dictarle su biografía, que tituló Relato de una vida,  libro del que compró toda la edición y la hizo desaparecer. El texto es un extenso auto-ensalzamiento en donde explica: “Si creen que es cierto eso de que los políticos son malas personas, que roban y matan, ustedes suponen que un día van a llamar a los hombres buenos y puros y les van a decir: “aquí tienen el poder”. ¡No! ¡El poder hay que ganarlo! Y hay dos maneras de ganarlo: una es peleando por él y la otra es con habilidad.

Hank era un experto en halagar a aquellos cuya adhesión le interesaba cultivar. En ese mismo texto consideró: “Mis amigos opinan que soy muy generoso… porque son mis amigos. Será porque jamás he amado el dinero; siempre pensé en ganar dinero y ya has visto que desde niño hice negocitos, y ya después negocios y más tarde negociotes. No amo el dinero, pero me gusta vivir bien, y vivir bien cuesta dinero. A mí no me pesa desprenderme ni de dinero ni de las cosas. Entonces, si puedo obsequiar a alguien, lo hago con mucho gusto”. Un ejemplo de esto último fue el libro de Benítez: Viaje al centro de México (1975), que fue escrito casi a la par de los dos últimos tomos de Los indios de México, a mediados de los 70. El Viaje… fue un trabajo periodístico subsidiado por Hank González. Hay quien dice que ese encargo le trajo bienes materiales entre ellos su casa en Coyoacán. El libro no tenía como finalidad “echarle porras” al entonces regente del Distrito Federal. Aunque no está exento de esos pasajes.

¿Quién buscó a quién? Los políticos a los intelectuales o los intelectuales necesitaban de los políticos. No lo sabremos, lo cierto es que en la vida de Fernando Benítez, Carlos Fuentes y Octavio Paz hubo políticos y funcionarios, a veces como amigos, otras como sus jefes y en algunas como mecenas de sus obras.

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