Un gobierno de exitosos fracasos

Jesús Delgado Guerrero / Los sonámbulos
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De un tiempo a la fecha la realidad se ha vuelto cada vez más virtual, es decir, sólo existe en forma aparente. Los hechos son presentados con un grado de mutación tal, que sucede igual o peor que con los antiguos relatos de los navegantes aventureros: una cosa es lo que vieron, otra lo que creyeron ver y como remate, otra muy distinta lo que quisieron hacer creer que vieron.

        Cuando quedan 100 días para el final del actual sexenio, entre los actores políticos pasa como con los partidarios de la doctrina del surrealismo que llevaron al extremo sus empeños por tratar de unificar “lo real con lo imaginario, la vida y la muerte, el pasado y el futuro, lo alto con lo bajo, lo comunicable con lo incomunicable”.

        Estabilidad y armonía por decisiones del gobierno”, dicen que dijo el presidente Enrique Peña Nieto en Chiapas, ya como parte del guión de despedida, y sostuvo que su gobierno puso énfasis en las variables macroeconómicas, la atracción de inversión extranjera directa, mantener baja inflación y el crecimiento en el empleo formal.

        Según el mandatario, todo esto permitió que México se ubicara como un país al cual los “mercados” financieros internacionales “claramente” reconocen como un destino donde se puede invertir con certeza.

        Cierto: cámbiese “mercados” por especuladores, inversores y demás, y eso explica, en buena medida, que el próximo gobierno heredará a su sucesor 10 billones 427 mil 506.1 millones de pesos de deuda (45.4 por ciento del PIB, según datos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público), cuando en el 2012 era de 5 billones 352 mil 794.7 millones de pesos (33.8 por ciento del PIB).

        En otras palabras, aunque del 2012 al 2018 el aumento de la deuda es de casi 12 puntos porcentuales respecto del PIB, el hecho redondo es que los pasivos se duplicaron, y con un gasto en inversión pública casi nulo, es decir, sin obras de impacto y sin que disminuyera la desigualdad ni la miseria, a pesar de las maniobras (nuevos métodos) para sacar a 2 millones de mexicanos de los 56 millones de pobres que había al inicio del sexenio.

        Además, hay que tener presente que la proporción de deuda a PIB bajó de 50 por ciento a 45 por ciento porque la inflación este año es mucho mayor a la planeada, y eso infla el PIB.

        También, en forma simultánea a la actuación de los especuladores operaron otros factores como un mayor gasto para cubrir la caída en los ingresos petroleros, mayor gasto corriente y la conversión a más pesos devaluados de la deuda.

        De modo que tan “estable” ha estado la situación, que si este año se desembolsarán más de 600 mil millones de pesos por el pago de intereses, para el 2019 está previsto que se paguen 800 mil millones de pesos.

        El acto surrealista más sencillo consiste en bajar a la calle, revólver en mano, y disparar al azar contra la muchedumbre, lo más que se pueda”, según el manifiesto bretoniano, y en el caso de la deuda consiste en eludir los resortes de los pasivos que se elevaron brutalmente en este sexenio, merced al vampirismo financiero impulsado por la Secretaría de Hacienda y el Banco de México.

        En tales circunstancias, es hasta normal que la industria mediática esté determinada a dar credibilidad a las palabras y no a los hechos y luego arrojar la producción de opiniones en las que se hace referencia a cualquier cosa, menos las contradicciones evidentes entre el desastre y la estabilización, en un coro sustancialmente monótono, con la misma tonada y los mismos estribillos al servicio directo de propósitos de grupo, ideológicos y políticos.

        Consecuencia del desastre estabilizador es también la inflación, imposible de frenar por Banxico, por encima del 4.25 por ciento y en vías de inflarse todavía más, espoleada por los incrementos en los precios de los combustibles desde que “las reformas estructurales” los liberalizaron.

        En cuanto al empleo, Peña Nieto se respalda en datos del IMSS sobre la generación de empleos formales: 19 millones 418 mil 455 personas en 2017, es decir, se incorporaron 3.4 millones de asegurados desde 2012 a la fecha. Lo que no dice el presidente es que el 74 por ciento de las nuevas plazas no pagan más de 3 mil 842 pesos al mes, según estudios de agencias.

        Son, como la armonía coronada con más de 31 mil homicidios durante el año 2017, fracasos exitosos que, eso sí, alcanzan para que nuestro espíritu pacifista haga negocios a la menor provocación, como esa adquisición de ocho helicópteros MH-60R Seahawk, multimisión a un costo de mil 200 millones de dólares, así como arsenal y seis misiles Evolved SeaSparrow, esto últimos a un precio de 41 millones de dólares.

        La aprobación del Departamento de Estado de Estados Unidos para la venta de esas aeronaves fue porque nuestro país prevé emplearlas en el combate contra las organizaciones criminales (otro exitoso fracaso, gran negocio del ciclo surrealista de los últimos 12 años, incluso para las agencias funerarias, lo que ha reducido el acumulamiento de cadáveres a un indicador extravagante de la estadística, motivo casi de nota rosa).



 

Proteccionismo contra “ocultismo”

Jesús Delgado Guerrero / Los sonámbulos
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A escasos dos meses de que se cumpla una década de las devastadora crisis financiera originada por las fraudulentas hipotecas Subprime (Estados Unidos), burbuja que detonó luego las crisis de liquidez y alimentaria, además de derrumbes bursátiles en cadena durante el 2008, el fundamentalismo financiero del libre mercado (neoliberalismo u “Ogro Salvaje”), está alarmado porque en muchos países comenzaron a aplicarse medidas proteccionistas, es decir, a favorecer la producción local frente a la competencia extranjera, doctrina que también obliga al pago de impuestos por la importación de productos extranjeros y privilegia a los productores locales con medidas especiales.

        La queja la deslizó Agustín Carstens Carstens, extitular del Banco de México, ahora en su calidad de gerente general del Banco de Pagos Internacionales (BIS, por sus siglas en inglés). Como antecedente, el ex de Banxico convirtió a nuestro país en uno de los paraísos para la práctica feliz de la economía de casino (especulación a mansalva), promotora de la acumulación por la acumulación y de la creciente desigualdad.

        Eso explica su postura en el sentido de que “después de muchos años de esfuerzo por abrir los mercados, las medidas recientes de proteccionismo están afectando los vínculos comerciales y podrían impactar las inversiones”, dijo.

        Cierto, en términos de economía productiva, es decir, esa que genera bienes y servicios, hay una guerrilla encabezada por Donald Trump, poniendo patas para arriba la mundialización comercial que, se supone, tiene como objetivo principal el beneficio del consumidor con precios accesibles (ajá).

        Alarmado, Carstens sostuvo que “al implementar prácticas de proteccionismo se corre el riesgo de desentrañar las interdependencias financieras que permiten y fomentan los vínculos comerciales y de inversión”.

        Esto amenaza con desestabilizar los mercados financieros y acentuar el gasto de capital de las empresas, ya que los inversores se asustan y las condiciones financieras se vuelven más estrictas. Finalmente, estos riesgos reales y financieros podrían amplificarse mutuamente, creando una tormenta perfecta y exigiendo un precio aún más alto”, agregó.

        A Carstens, como a todos los tecnócratas, siempre hay que traducirlos: el funcionario está asustado porque se puedan “desentrañar las interdependencias financieras…”, es decir, teme que se conozcan los detalles de las operaciones financieras que respaldan las inversiones, provocando el terror ya que “los inversores se asustan y las condiciones se vuelven más estrictas” (obvio: hay que pagar impuestos, que en esos casos financieros es como si el Diablo encabezara la misa dominical).

        Como quedó demostrado, Carstens no cumplió con su trabajo de mantener la inflación a raya en Banxico, (imposible con el gasolinazo que, según él, no fue inflacionario) pero fue un cancerbero en materia de “secrecía” (quedó a deber en el caso de las manipulaciones de bonos de deuda por parte de cárteles bancarios, y otros escándalos), y fue muy generoso al no cobrar impuestos (tasa cero) por esas prácticas especulativas con los instrumentos financieros del gobierno que, al final, aportaron en gran medida para que ese engendro llamado deuda pública esté actualmente por encima de los 10 billones de pesos.

        A riesgo de ser llevado al paredón de los “rojillos”, con el Ogro Salvaje se cumplió una parte de la vieja profecía de empresarios metidos a mecenas de creadores de manifiestos, en el sentido de que “dondequiera que la estructura del poder de un país contradiga su desarrollo económico, es el poder político el que sufrirá la derrota”.

        Lo sucedido en las elecciones del 1 de julio pasado no da lugar a dudas, pero no se han enterado.

        El proteccionismo, hay que decir, se ha practicado en los gobiernos presuntamente más “neoliberales”, como Estados Unidos e Inglaterra, con el veto de mercancías a nuestro país y a otros para favorecer a sus empresarios; igual hicieron los neoliberales mexicanos en el caso de la competencia televisiva, que derivó en los episodios grotescos del “chiquihuitazo” por parte de Ricardo Salinas Pliego y el “Yo por qué” de Vicente Fox cuando demandaron su intervención en ese caso.

        En otras palabras, se censura el proteccionismo para intentar seguir favoreciendo el “ocultismo” (dicho en términos de las prácticas misteriosas de carácter dogmático, así como de opacidad) y la consecuente evasión de impuestos por parte del sector financiero.

 

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